todos estamos igual

martes, 13 de marzo de 2018

¿Quién habla cuando canto?

Liliana Herrero en La otra.-radio: para escuchar clickeando acá

Foto: Kalo Santos Cabrera

Cuando pensamos en Kierkegaard Buenos Aires decidimos sustraerlo del mundo de los estudios académicos en el que está confinado y que siempre le fue profundamente ajeno. Kierkegaard piensa, dentro del marco de un siglo historicista como el xix, en un encuentro en contemporaneidad, no como una simple coincidencia cronológica de dos personas que ocasionalmente se cruzan como las agujas de un reloj.

Soy contemporáneo de toda palabra que puede invocarme, que oigo dirigida a mí, cuando puedo decir: es a mí a quien se me está hablando. La época de la que un autor procede no tiene por qué cercarlo en el rincón de las cosas pasadas, ya muertas, aplastado en el cruce de coordenadas socioculturales. Si estuviera en una única idea, ahí está Kierkegaard. Él denomina esa dimensión con una palabra a la vez antigua y equívoca: eternidad. No una simple perduración indefinida, como una suma de momentos sucesivos, como una línea de puntos a la manera geométrica. No. La extrañeza de Kierkegaard en la época del historicismo y del progreso indefinido, su rechazo a la versión pueril de la cristiandad, es que la eternidad aparezca en este instante.

Por eso, al hacer Kierkegaard Buenos Aires, buscamos su encuentro en contemporaneidad. El escritor danés es bastante escurridizo, oblicuo, ajeno a los claustros, como para poder hallar su presencia en modos de vivir la interrogación que la vida académica evita.

Un modo de vivir el compromiso político, por ejemplo, que se desliga del resultadismo, porque toda ventaja y toda derrota son pasajeras. Kierkegaard Buenos Aires significa entonces un modo de habitar la polis que no se rige por mediciones de encuestas, cantidad de likes ni de retuits, por ningún intento de manipulación técnica de mi posición ante los otros. Nada de Big Data.

También encontramos en el propio Kierkegaard más de una indicación de que esa eternidad puede hallarse en el arte. En la poesía o en la música, por ejemplo. No nos remitimos a ninguna cita textual. Esta indicación brota en las fisuras de los textos que Kierkegaard escribe, en sus silencios, el silencio que él, antes que otros filósofos, supo resaltar como una instancia decisiva del pensamiento.

Por eso, más que traer a algún catedrático que descuartizara filológicamente los textos de Kierkegaard como trozos que remiten a cantidad de referencias eruditas, antes que tratarlo como cosa del pasado, decidimos recuperarlo como contemporáneo: quizá no otra cosa haya que hacer con cualquier filósofo o artista, con un auténtico testigo de la verdad de la época que sea, ahora que cada novedad parece disolverse en la sucesión de lo indiferente. Esta inquietud no significa desconocer la historia, sino invocarla como lo que nos sigue aguardando.

Que a KBA viniera una artista del canto popular como Liliana Herrero -que además fue profesora de filosofía y nos contó que alguna vez supo estremecerse dando una clase sobre Temor y temblor- es justo lo que buscábamos y quizás más. Hace pocos días ella vino a KBA. En un hermoso atardecer estival, su sensibilidad artística y su compromiso político mostraron comprender el pensamiento kierkegaardiano como quizá un profesional de la filosofía no sería capaz de hacerlo. El encuentro tuvo muchos momentos intensos, graciosos, emocionantes. 



En el último programa de La otra.-radio revivimos algunos de esos momentos:

Un filósofo que titula su libro Temor y temblor para mí es fascinante -nos decía Liliana Herrero-, porque la música para mí es eso. Para Kierkegaard es el estado del hombre ante Dios y para mí es la música. Es un horizonte absolutamente abstracto, pero que yo insisto y persisto en traerlo a un tiempo histórico concreto, a un territorio y a un tiempo. Es un estado Temor y temblor, cuando el individuo se encuentra en su relación con la eternidad. Yo creo que hay momentos en un concierto de una hora y media, tal vez sean tres minutos, tres minutos donde uno ya no está ahí. Ya no estás pensando, es la música la que piensa por vos. Creo encontrar una homologación posible entre esa idea de Kierkegaard y ese momento de la música cuando descubrís un acorde.

Kierkegaard me lleva al drama de Abraham e Isaac. ¿Por qué? Abraham le pide por favor a Dios que le dé un hijo. Y Él se lo da. Pero después Él pide que lo mate. Abraham está dispuesto a hacer eso. Es extraordinario. Podríamos decir que es un asesino, pero eso pertenecería al estadio ético. Entonces, el silencio.

Esto puede sonar un poco ridículo, pero muchas veces, cuando estoy viendo una música, trato de evitar los acordes que me llevan de un lugar al otro, trato de evitar el pasaje y dar el salto, tocar poco, también, el silencio.

Entre la conciencia individual de Abraham y Dios no media nada. Nadie podría pensar que Abraham no estuviera desesperado al tener que matar a su hijo. Esta es la paradoja. Uno se zambulle en esa paradoja y en ese silencio.

Es un absurdo que uno espera, miren qué paradoja. Esto es lo extraordinario: es un absurdo que uno espera. Yo, que estoy en contacto con la música, espero ese absurdo, espero que se produzca ese momento.

Dios llama a Abraham y Abraham dice: 'Heme aquí'. ¿Quién habla?


Preguntémonos quién habla. ¿Quién habla cuando canta? ¿Qué me importa como se llame?

¿Quién habla cuando yo canto? ¿quién habla?

Es toda la memoria argentina hablándome a mí, compañera. Y la historia personal es una multiplicidad infinita de personas, de felicidades y de torturas. No se sabe quién es que habla.

¿Soy yo la que hablo? ¿Soy yo? ¡No, es una multiplicidad de voces! ¿Quién habla cuando canto? Eso es Kierkegaard.

Tanto que me preparé todo esto [Liliana sacude unos papeles que trajo manuscritos], te lo digo así, emocionada, porque también trato de entender, a la vejez viruela, trato de entender, trato de entender muchas cosas -su voz se quiebra.

Y hay cosas que no logro comprender, no sé cómo explicármelas a mí misma.

¿Qué pasará con mis nietos? ¿qué pasará con mi hija? ¿qué pasará con este país? ¿cómo serán, cómo seremos? ¿Y estas preguntas de Kierkegaard deberemos abandonarlas? ¡Ni ahí! ¡Ni ahí! Son las preguntas de los grandes filósofos, de los grandes artistas que nos sostienen en la vida.

Eso es lo que yo siento. En este instante preciso, como diría Violeta.

En este tiempo oscuro, con seres profundamente siniestros.

¿Qué hago? Es una pregunta individual. Todos los días me lo pregunto. ¿Me retiro? ¿me retiro? Todos los días me lo pregunto.

Yo digo: el individuo no debe retirarse pero. en el no retiro. debe insistir en el repliegue de sí mismo para temer, para temblar, para amar y para estar en la disposición con algo precioso, innombrable.

 Eso es Kierkegaard para mí. Esa es mi vida - dice Liliana.

Apenas algo de lo que Liliana Herrero dijo hace pocas tardes en Kierkegaard Buenos Aires y volvimos a emitir en La otra. Que puede escucharse clickeando acá.


NOTA: Liliana Herrero se presenta junto con Lilián Saba este domingo 18 de marzo a las 20:30 en un concierto íntimo y circular en Xirgu Espacio Untref.


No hay comentarios: