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domingo, 31 de diciembre de 2017

Las películas del año (2017)


Twin Peaks -The return (David Lynch, EEUU)

Ok, no es una película o son muchas películas o es una sola película de 18 horas o de muchas más horas si le sumamos las dos primeras temporadas y Fire, walk with me. Pero Lynch deja en suspenso esta discusión bizantina con este alarde desaforado del cine que se emite de un modo tan anómalo como su propia sustancia. Con links directos a las vanguardias de todas las décadas, desde Melies hasta Buñuel, desde Buñuel hasta Hitchcock, desde Hitchcock hasta el mismo Lynch y desde Lynch hasta los cines posibles cuando la gente haya dejado de ver cine.


24 Frames (Abbas Kiarostami, Francia, Irán):

Segundo cuadro. En su obra póstuma, Kiarostami pone a dialogar su fotografía con su cine, con recursos digitales y un uso delicado del sonido. Elijo quedarme con la majestad del plano de los caballos en la nieve, con la música de “Un poema” de Canaro. En esos cuatro minutos el genio iraní se despide juntando toda la belleza del mundo en un gesto mínimo.



Sieranevada (Cristi Puiu, Rumania)

Cayó Ceaucescu, el comunismo, la cortina de hierro y el muro de Berlín, pero el cine rumano se levanta, justo ahí donde el tiempo parece toparse con una vía muerta. A pesar de eso las personas no solo se están muriendo, sino que aún viven e incluso nacen. ¿Cómo hacer una comedia en un departamento atestado de gente que tiene que atravesar toda una jornada sin contar con una noción del futuro? Solamente con una aguda concepción de la historia y del cine se puede ubicar una cámara con tanta precisión en tamaño despelote. Puiu la tiene.



La chica sin nombre (La fille inconnue, Luc y Jean-Pierre Dardenne, Bélgica)

Los hermanos Dardenne hicieron demasiadas obras maestras como para que nos sorprenda La fille inconnue. Eppur si muove. No estarán a la altura de Le Fils o de Rosetta, no hay novedad ya en la evidencia de que Europa es un lugar de mierda, como nos lo mostraron ellos hace 20 años. Pero con lo que hacen hoy les basta para ser mejores, más pertinentes y más necesarios que casi todo el resto.


La muerte de Luis XIV (La Mort de Louis XIV, Albert Serra, Francia)

"La muerte es más igualitaria que la revolución" podría ser la consigna de un materialismo cinematográfico. El tipo que encarna al Rey Sol es el que antes le puso cuerpo a Antoine Doinel, con lo cual Albert Serra termina haciendo un documental emocionante sobre la lozanía perdida de la nouvelle vague. La próxima vez lo haremos mejor.


Cuatreros (Albertina Carri, Argentina)

Albertina, la sobrina de Adolfito y la hija de Carri, se deshace de todo recato para adueñarse de legados varios, ajenos y propios, históricos y personales. Intempestiva entre la abulia del cine argentino actual, ella se encarga de las tareas que otros esquivan: pensar, pelear, salirse de la horma y ajustar cuentas con su propia reputación. Al puritanismo cinéfilo le arroja tantas palabras y tantos recorridos de la mirada que lo deja atontado.



Luz de luna (Moonlight, Barry Jenkins, EEUU)

Comienzo imperfecto y final perfecto. Las tres partes que componen Moonlight son irregulares, concepto con el que el autor juega desde el mismo afiche. La elegancia formal del tercer episodio, su tempo exacto, sus elipsis sugestivas dan a pensar cuántas películas caben en una película e invitan a revisar las nociones de identidad, unidad y continuidad con que se puede cerrar o abrir una política de la narración.



Sin nada que perder (Hell or high water, David Mackenzie, EEUU)

Noir sin complacencia vintage. A punto de recordarnos que el cine de género alguna vez no fue una serie de clisés para confirmar las certezas de un cliente que siempre tiene la razón, Mackenzie demuestra que con sintaxis clásica, emoción pudorosa y violencia justa (en todo sentido) se puede hacer un cine popular y político.



The Disaster Artist (James Franco, EEUU)

Atención kierkegaardianos: ¡la repetición! Tomy Wiseau es el Ed Wood del siglo xxi. Cuando filmó su desastrosa The room (2003) ya hacía 9 años que Tim Burton había hecho su oda al cineasta chapucero que trasciende la historia del cine por su absoluta incompetencia. De alguna manera, su biografía ya estaba filmada y él la repitió (mal). James Franco repite y quizás mejora no solo a Wiseau -lo que no resultaría una hazaña- sino también a Burton -lo que ya es decir algo. Aunque más no sea porque, a diferencia de Burton, que se apoyaba en la fotogenia de Johnny Depp, sostiene su potente autoría desde adentro de su película: su prodigiosa actuación haciendo del desastroso cineasta y actor Wiseau transfigura el ridículo involuntario por una profunda simpatía, ajena a toda distancia irónica. 



Alanis (Anahí Berneri, Argentina)

La sinopsis acumula catástrofes personales y sociales pero la película exhala luz. Eso se logra con lucidez política y astucia artesanal. Berneri conjuga términos que el sentido común suele oponer: madre y puta, cuerpo alienado y cuerpo amoroso, mercantilización y solidaridad. Y filma una vida hermosa en una ciudad horrible.

(NOTA: En todos los planos elegidos alguien mira, excepto en el de Lynch, en el que alguien sueña).

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buenas pelis Oscar, son bellas. Sólo me faltaron ver las dos últimas.
Coincido con la escena de 24 Frames... armonía, sensibilida, delicadeza,la mirada de Kiarostami es sublime. Es una imágen hermosa debido a ella decidí tatuarme dos caballos que andaban dando vuelta en mi cabeza desde hacía ya un tiempo.
La chica sin nombre y el capítulo 8 de Twin Peaks también fueron unas de mis preferidas. Muy buen post!! Graaacias!

Oscar Cuervo dijo...

Gracias, Carolina!