todos estamos igual

domingo, 11 de septiembre de 2011

¡Peccato!

La última de Nanni Moretti


por Oscar Cuervo

Ningún comentario sobre Habemus Papam pudo resistirse a la tentación de contar la película: el recién elegido Papa, el cardenal Melville (Michel Piccoli), sufre un ataque de pánico o algo así cuando tiene que salir al balcón a saludar a los fieles que esperan el anuncio de su designación. El virtual Papa está aterrrado. Entonces la burocracia vaticana llama a Nanni Moretti, que es el mejor psicoanalista de Italia, para que preste sus servicios profesionales. Y Nanni tendrá que analizarlo, con todo el colegio cardenalicio presenciando la escena. Poco antes recibió una instrucción del asistente papal: en el diálogo con Su Santidad no se puede hablar de sexo, de deseos incumplidos, ni de sus sueños. Como venta de la película, es irresistible. ¿Quién que conozca el cine de Moretti podría negarse a verla? "El alma y el inconsciente no son compatibles" dice el burócrata vaticano; "veremos" dice Nanni. Uno puede cerrar los ojos y ver la escena antes de verla; y reírse de solo pensarlo.

Admiro a Nanni: casi todas sus películas me gustaron mucho: digamos, un 80 % de las que hizo me parecen buenísimas. Y algunas de ellas, directamente, geniales: el primer episodio de Caro diario, toda Palombella Rossa, Bianca, La messa è finita (que acá fue estrenada con un título algo estúpido: Basta de sermones). Incluso La habitación del hijo me parece magistral, un drama en el límite de lo soportable, filmado con una delicadeza milagrosa, y con un par de escenas muy graciosas. Creo que lo que más me gusta de su cine es ese vaivén impercetible entre la comedia y el drama. Cultiva un género que podríamos denominar "comedia amarga". Y en medio de ese vaivén se permite cantar: las canciones muy a menudo son puntos de inflexión en sus películas. Canciones populares, que de pronto empiezan a sonar en el espacio habitado por sus personajes, que no pueden evitar cantarlas y bailarlas. La canción irrumpe en medio de una situación y la transfigura. Mi momento favorito de todo su cine es cuando en Palombella Rossa, durante la detención de un partido de waterpolo, empieza a sonar Bruce Springsteen con I'm on fire:


Sencillamente sublime.

Lo primero que vi de Habemus Papam es justo uno de esos momentos cantabiles, la voz de la Negra Sosa aparece en el aire vaticano cantando Todo cambia:


Lo vi por youtube y no necesité más para ansiar ver la película entera.

Bueno: esa escena es, de lejos, la que más me gustó: un scherzo de pura gratuidad, un momento lúdico compartido por cardenales, cineasta y espectador.

Estoy tratando de decir que Habemus Papam me decepcionó. Después de haberla visto, tengo la explicación adecuada: el arranque narrativo es tan irresistible como ingenioso. Y eso es lo mejor y lo peor que se puede decir de una película así. 

Como en buena parte de su obra, se trata de la conciencia de una crisis. Personajes que se sostienen a partir de un sistema de creencias que, por algún motivo más o menos aleatorio, se desmorona. Un psicoanalista al que se le muere un hijo (La habitación del hijo), un diputado comunista que se da un golpe y no puede recordar qué cosa significa ser comunista (Palombella...), un cura de pueblo que toca fondo al enterarse de que su hermana se hizo un aborto (La messa è finita). Es una grieta producida por un golpe exterior que no hace más que poner en evidencia otra grieta más profunda, incorporal, que viene de dentro, no sé si les suena. Esa idea le ronda a Nanni desde hace años. Hizo muy buenas variaciones sobre este tema. En las anteriores, el que experimenta la crisis es el personaje encarnado por él mismo. Y resulta revelador ver cómo los roles del diputado comunista (Palombella...) y el cura de pueblo (La messa è finita) son intercambiables. Esa sola analogía derriba cualquier presunción acerca del artista librepensador que fuera capaz de burlarse de la Italia católica. Así que yo no fui a ver Habemus Papam esperando una aguda sátira del mundo vaticano. Sé que Nanni tiene cuerda para más que eso.

Y efectivamente, no hizo eso: el personaje del Papa Melville con ataque de pánico (extraordinario Piccoli) es un tipo noble, sensible, tierno, lo más alejado posible de lo que un librepensador puede creer que es un Papa. Es una belleza de personaje. Del otro lado, Nanni es Nanni, pero ya canchero, aplacado (ya no se enoja como antes). A cierta altura, las líneas de la película se bifurcan: Piccoli se escapa y Nanni se queda con los cardenales, para hacer la Gran Nanni. Y de pronto, hacia el final, inexplicablemente, el personaje del psicoanalista se esfuma: como si nunca hubiese importado, como si el autor no supiera bien qué estaba haciendo en medio de su propia película.

¿Entonces? Las dos escenas persistentes son la de la canción de la Negra y la abdicación del Papa, el balcón vacío. Una el reverso de la otra. El discurso final del Papa explicita lo que de algún modo había quedado claro a lo largo de todo el metraje: el cura vacila, se siente vulnerable, no se cree capaz de ser el pastor de almas que todos esperan. Un acto de parresía. Se habló mucho, en las reseñas, del acto de desobediencia. No concuerdo. No hay desobediencia en la abdicación de Melville, más bien todo lo contrario. Que el Papa fuera humano, que sintiera miedo, que se mostrara vulnerable y se reconociera frágil y que, no obstante todo eso (o mejor aún: por eso mismo) asumiera su Papado, eso sería un acto de auténtica desobediencia institucional. Eso sería parresía: un Papa frágil en medio de la opulencia católica. Reconocer su debilidad sería el verdadero acto de fe. Que ese sea en cambio el motivo de la abdicación vuelve a la película una fábula lineal, rayana en un sentido común decepcionante: un cura que vacila no tiene fe. Es un desperdicio artístico que Nanni lo resuelva así.

No es que él no pueda hacer otra cosa: la escena del Todo cambia dejó expuesta la posibilidad: ahí aparece la Gracia, nada menos que en terreno enemigo: en el Vaticano. Moretti en otro momento sería capaz de conectarse con esa posibilidad de manera más persistente, extraer de esa idea las últimas consecuencias.

Habemus Papam está filmada y actuada con toda la elegancia que un cineasta como él es capaz de exhibir. Pero está pensada con pereza y autoindulgencia. Un pecado imperdonable.

3 comentarios:

silvia clemente dijo...

Me parece excelente la forma en que Cuervo desmenuza el film pero debo decir que a mi me gustó.
Es cierto que la primera parte es superior porque el personaje del psicoanalista se desvanece después y no se sabe bien porqué.
M. Piccoli es un actorazo, me deslumbró absolutamente. Con mínimos gestos lo dice todo y el final, no predecible por lo menos para mi, siento que es coherente y honesto con el personaje que, hasta el desenlace, duda de su fe.
Cabria preguntarse cómo llegó hasta esas instancias.....ése es uno de los puntos débiles del relato.

Oscar Cuervo dijo...

Es una película amable, con momentos graciosos, Piccoli está muy bien, tiene algunas lindas escenas: o sea que es perfectamente lícito que te guste.
Sucede que Nanni hizo grandes películas y esta no lo es.

El final no me parece ni bien ni mal; lo que no creo es que, como dicen varios críticos, se plantee el tema de la desobediencia. Que un obispo se sienta frágil y vacilante y que por ese motivo no acepte el papado es algo que está en absoluta consonancia con el poder vaticano. No hay ahí desobediencia en un sentido profundo e inquietante. Es un pequeño papelón, van a elegir otro Papa y todo seguirá como de costumbre. La única diferencia con la realidad sería que este cura les diría a sus colegas que no quiere y no llegaría a hacerse público, elegirían a otro y punto.
Por eso no veo que la película vaya a ser un cuestionamiento del poder, para nada.

Fernando dijo...

Me gustó tu análisis.
Lo que decís me recuerda a esas películas de Hollywood que se agotan en la idea original (un hombre que queda embarazado, o que rejuvenece a medida que crece) que después se "rellena" con algunos enredos y situaciones superficiales. Pero tal vez el encanto de Habemus Papam (que, supongo que coincidirás, lo tiene) consista en hacer de una conjetura que puede provocar algo de escozor una comedia amable y popular.
Tal vez sea injusto pedirle a toda película que sea genial.
Saludos.
http://espaciocine.wordpress.com/