todos estamos igual

domingo, 7 de marzo de 2010

Dileando con un alma que no puedo entender



por Oscar Alberto Cuervo

Truffaut dijo alguna vez que los directores suelen hacer cada película en contra de su película anterior: una especie de principio de acción y reacción que permite quitarse la resaca de experiencias creativas a menudo traumáticas. Esta observación se aplica y no se aplica a la relación que guardan los dos últimos largos de Wong Kar-wai: Con ánimo de amar y 2046. Ante todo porque, contra lo que se repite en estos días, 2046 no es la película que sigue a Con ánimo de amar. De hecho, Wong Kar-wai empezó a concebir antes 2046, aunque la haya estrenado después (muchísimo después: hubo que esperar cuatro interminables años para ver el film, que ya se anunciaba desde el interior mismo de Con ánimo de amar). La historia que hay detrás de ambas películas (un tortuoso proceso de arranques y detenciones, de relevos y traspapelamientos, de remisiones y desmentidas) se intuye fascinante: quizá esa misma historia pueda ser una película; o quizá ya lo es: quizá 2046 es la historia de sí misma, en su acomplejada relación con su antecedente. ¿Qué hacer después de una película perfecta como Con ánimo de amar? ¿Cómo sustraerse a la sensación de que quizá ya se pueda hacer otra igual?



(Por lo pronto, ningún crítico, ningún entusiasta seguidor de la obra de Wong se ha podido sustraer de hacer una comparación entre ambas, y casi siempre para decir que Con ánimo de amar es, claro está, perfecta, en cambio 2046... Pero debe haber una manera de hablar de la evidente relación entre ambas películas que no sea situarlas en una escala de perfección en la que una de ellas esté por encima de la otra).

Así pasa en el amor: cuando uno tiene la sensación de que el amor de su vida ya fue, todo lo que viene después suele medirse con el patrón de lo anterior. Es la historia de Vértigo: un hombre se enamora tan locamente de una mujer que la empuja a morir; y cuando ella misma vuelve a aparecer viva, él la compara con el recuerdo de la otra, y por aquello de que no habrá ninguna igual... ¡la vuelve a empujar a morir!



Añoro todo aquello que no tuve
2046, entonces, es la respuesta a esta doble cuestión: ¿qué se hace con el recuerdo de la mujer que se acaba de perder (a la que en realidad nunca se tuvo)? Y ¿qué se hace con el recuerdo de la obra maestra que se ha dejado atrás? Este segundo nivel del conflicto –que podríamos denominar el metaconflicto de Wong- es el que hace a 2046 un film tan espiralado, tan sinuoso y mórbido. La duda que debe haber torturado a Wong durante todos estos años se hace presente en el interior mismo del film: el personaje de Faye Wong le dice a Chow que le ha gustado mucho la novela que él escribió, pero que el final le resultó muy triste, que vuelva a escribirla y le dé un final feliz. Entonces Chow se pone a escribir, o mejor dicho, toma la lapicera, que queda suspendida a unos milímetros del papel. Un cartel indicador de tiempo dice: “1 hora después”. Volvemos a ver la lapicera a igual distancia del papel. “10 horas después”: Chow paralizado con la lapicera en la mano. “100 horas después”: lo mismo. “1000 horas después”: ... Alrededor de la lapicera detenida, las luces centellean (en una de las visualizaciones más hermosas del paso del tiempo que el cine haya logrado).

No cuesta imaginarse que Wong está refiriéndose al difícil parto de la película que vemos. De paso, cañazo: los indicadores de tiempo a los que 2046 recurre constantemente para situar al espectador se revelan como un artificio para acelerar o retardar, para saltar hacia delante y volver siempre al mismo punto, porque el único tiempo que de verdad cuenta es el que transcurre entre la pantalla y nosotros. Todos los tiempos: el de la pérdida y el de la recuperación a través del recuerdo alucinado están condensados y superpuestos en ese tiempo anegado que es 2046.

Está sensación de molicie, de círculo vicioso, ese retorno incesante del fantasma de (la Única) mujer que acecha a cada mujer que Chow ve, es lo que confundió a muchos críticos que hablaron de un film fallido, justamente porque el relato no progresa con la misma fluidez con que lo hacía en Con ánimo de amar. Claro que no fluye de ese modo, porque de eso se trata la película: del goce de esa imposibilidad, de esa fijación que obstruye la máquina amorosa.



Chow, el seductor
En Con ánimo de amar Su Lizhen (Maggie Cheung) y Chow (Tony Leung) son vecinos. Cada uno está casado por su lado y de alguna manera ambos se dan cuenta de que sus respectivas parejas, el marido de ella y la mujer de él, son amantes. Entre ambos se inicia un vínculo equívoco, porque juntos intentan imaginar cómo empezó la infidelidad de la que son víctimas. Pero esta “reconstrucción del hecho” se transforma pronto en amor entre ellos. Sólo que nunca se permitirán traspasar el límite. El pudor de Su y Chow, su decisión de distinguirse de los adúlteros, le confieren a la película una energía tensa. Pero esa inhibición no hace sino potenciar la pasión hasta el infinito. El resultado es un relato de extrema concentración, una perfecta historia de amor no consumado.

Wong podría haber hecho otro film en la línea de Con ánimo de amar. [o una lastimosa simplificación de todos sus rasgos estilísticos y temáticos, como fue después My blueberry nights) Pero 2046 es todo lo contrario: frente a la ética de la fidelidad, la estética de la dispersión. Su Lizhen ya no está y Chow no puede, y sobre todo no quiere, dejar atrás la sensación de haberla perdido. Hubo un instante en el que el amor pudo ser y Chow siente que tendría que haber pegado el salto, pero ese instante ya ha quedado atrás. Entonces la energía cambia de signo: todo lo que antes se contuvo ahora se derrama. El pudoroso amante se vuelve un seductor impasible, de triste sonrisa. Ante él, pasan tres mujeres hermosas, cada una un misterio, pero él es incapaz de amarlas. El resultado es una estructura disipada. Un melodrama sin centro.



Wong Kar-wai llega a impregnar cada molécula de su cine, cada reflejo de luz, cada textura, hasta el sonido, el aroma y el tacto de sus superficies, de pasión amorosa. No es una película perfecta, pero yo les cambio tres o cuatro perfectas por una así.

6 comentarios:

julieta eme dijo...

oohhhhhh qué lindo que subiste la nota!!! un beso grande!

nastenka dijo...

hay que ser un maestro de la imagen y de la palabra para plasmar, como lo hizo wong, sentimientos tan profundos en una cinta cinematográfica. leí el artículo y me emocioné.

Lilián dijo...

Me pareció fascinante 2046 y perturbadora, tal vez porque a veces lo fallido me resulte mucho más interesante que lo perfecto.

me dieron ganas de verla nuevamente.

Zampanó dijo...

No solo una gran película, absolutamente inquietante, deseante. Pero además tiene una banda de sonido excepcional.

julieta eme dijo...

a la mañana me acuesto con el día / pero a la noche me acuesto con tu voz

a mí me parece que a esa alma la entendés muy bien.

besos.

Martha dijo...

Muy buena tu nota Oscar.
Hace poco la volví a ver.
Me gustó mucho más.
martha