todos estamos igual

sábado, 30 de enero de 2010

El cero psíquico II

Una aproximación a la obra de
James Graham Ballard en varias entregas




por Eduardo Chinasky
(viene del post anterior)


Claves ballardianas: Puntos de entrada en el futuro = niveles de un paisaje espinal = zonas de tiempo significante.

Hielo que quema: El ardor de la frialdad, recorriendo los cuerpos, como si brazos y piernas no fueran más que los límites residenciales del cuerpo, siempre liso y templado, como los planos inmóviles de una película detenida. Gigantescos mapas de cromosomas mutantes.

Un cuadro silencioso: Hay un aspecto llamativo en la obra de Ballard: sus relatos y novelas son casi mudos, tienen las palabras justas, carecen de sonido ambiente. Si bien son extremadamente visuales –por no decir cinematográficos-, las voces y las músicas prácticamente brillan por su ausencia. Apenas susurros y ecos tratando de seguir la marcha imperceptible de la luz.

Science-fiction: ¿La tarea de los escritores de ciencia ficción sería describir los símbolos de transformación en el seno de una sociedad dominada por la razón instrumental?

Hoy: Los tiempos actuales: un Auschwitz del alma con fríos mausoleos y fosas comunes para los que aún no han muerto.

Las voces del tiempo: Cuento de 1963. Señales del ocaso y la entropía. Un universo en dispersión. La lenta agonía del Cosmos. Un anhelo infinito de trascendencia

La Suite Mental: Según Ballard, si el hombre primitivo había sentido la necesidad de incorporar a la propia psique los acontecimientos del mundo exterior, el hombre del siglo veinte ha invertido el proceso.

¿Qué es el tiempo?: Se ha hablado aquí de la relación que tiene la obra de Ballard con el tiempo. Pero, ¿qué sonido tiene el tiempo? Quizás el del agua en una cueva, o una voz muy triste. El tiempo se parece a la nieve cayendo lentamente, a una película muda con cien millones de rostros que descienden en la nada.



La Náusea: La reseña origina del New York Times sobre la novela Crash lo resumía todo: “Ballard tiene una sólida reputación pero la obsesión de esta novela por el sado-masoquismo a través de accidentes de tráfico deliberados es enfermiza. El hecho de que escriba bien la hace aún peor”. La distopía que describe Ballard no se distingue apenas de nuestro mundo. Es más, es nuestro mundo actual. Un carrusel demencial de accidentes que recorren los infinitos circuitos de las autopistas. Los habitantes de estas megalópolis del futuro han perdido la capacidad de distinguir entre pulsión erótica y sádica. Son nuevos niños obsesionados con sus veloces máquinas y con la violencia, incapaces de otra cosa que producir(se) mutilaciones y coitos entre la chatarra, que fusionan al hombre con el objeto. “Prefiero pensar que Crash es la primera novela pornográfica basada en la tecnología”, dice Ballard en el prólogo. Todo está descripto con primoroso detalle: los actos sexuales, las heridas, las deformaciones, las secreciones, los olores. La náusea no ofrece un momento de tregua. “Estoy convencido de que en cierto sentido el escritor ya no sabe nada -escribe Ballard–, al lector sólo puede ofrecerle el contendido de su propia mente, una serie de opciones y alternativas imaginarias. Las opciones proliferan a nuestro alrededor, vivimos en un mundo casi infantil donde todo deseo, cualquier posibilidad, trátese de estilos de vida, viajes, identidades sexuales, puede ser satisfecho enseguida". Treinta años después estas palabras se han verificado de una manera que supera sus previsiones.



Signos de una era: Según C. G. Jung, la civilización se encuentra actualmente en la conclusión de un gran Año Platónico, en el eclipse del signo de Piscis que ha dominado la era cristiana, y ya hemos entrado en la Era de Acuario, un período de confusión y caos psíquico.

Pesadillas de guerra: Sueños de B-52 en llamas, vergeles arrasados por Napalm. El Apocalipsis, ahora. ¿Acaso no hemos brotado de entre los muertos? Los personajes de Ballard descienden de las víctimas de la Bomba en Hiroshima mon amour, de los ojos espantados de Alamogordo (primer escenario de pruebas nucleares). El hombre nuevo: el homo hydrogenesis.

El Hongo Final: Hoy no se habla de bombas atómicas, pareciera un tema demodé. Ballard nos sigue haciendo pensar en el holocausto nuclear. Para él esa espada de Damocles sigue vigente.

Un mediodía total: La luz cegadora de la Bomba –símbolo esencial de nuestra condenación-como una expresión de las inmensas fuerzas psíquicas que se mueven sobre la superficie de la mente racional, o como los movimientos de las placas continentales que preludiaron las principales transformaciones geológicas. Sobre Hiroshima, un mediodía enceguecedor. Luego vendrá la lluvia negra.

(continuará)

2 comentarios:

meridiana dijo...

Eduardo: muy buena esta reseña sobre la obra de Ballard
uno de mis escritores preferidos junto a P.Dick y T. Sturgeon y del que hicimos un homenaje en Meridiana en el pasado mes de Abril.

Aguardo la tercera entrega con expectación.

saludos

Lilián

Eduardo Chinaski dijo...

Hola Lilián. Ballard reclamaba en algún punto que se lo recordara. Cuando murió, sólo Radar y Ñ lo recordaron un poquito. Es extraño, porque para mí está más vigente que nunca.
Saludos
Eduardo