martes, 15 de diciembre de 2009

Madmen

Series (primera entrega)




por Eduardo D. Benítez

Algunas series televisivas se distinguen del resto. A veces por simples detalles, otras por abrir un camino estético singular y nunca visto en el medio. De este último tipo de series es Mad Men, la cual ya va por su tercera temporada y se erige como un nuevo acontecimiento cultural.

Emitida originalmente por el canal de cable estadounidense AMC, Mad Men refleja el mundo en tensión que se vislumbraba a finales de los años 50 y principios de los 60. Una sociedad con un estilo de vida conservador que comenzaba a ser jaqueado por el surgimiento del amor libre y el flower power.

Hablar de Mad Men es hablar de una serie con valores cinematográficos sin precedentes, una invitación a olvidar que estamos ante la pantalla chica y quedar rendidos ante ese precepto de los años gloriosos del mismísimo Hollywood: hacer un cine que sea más grande que la vida. Pero hete aquí que Mad Men no está protagonizada ni por grandes estrellas de cine, ni siquiera por reconocidos actores del mundillo de las series. Entonces, ¿dónde radica su originalidad? En cierta manera de trabajar unos tiempos narrativos muy ajenos al de las series que se acostumbra ver. El espectador se quedará a ver Mad Men si está dispuesto a recibir los conflictos de los personajes por capas, de manera progresiva y no por un simple relato-sensación-inmediata como suele suceder en series como Lost.

Creada por Matthew Weiner -uno de los guionistas de Los sopranos-, Mad Men narra los comienzos dorados de una de las grandes agencias de publicidad de New York: la Sterling Cooper, ubicada en Madison Avenue en aquella época. En los primeros capítulos la serie hace especial foco en uno de sus personajes: el creativo publicitario Don Draper, un hombre duro y acartonado que irá tomando color a medida que la historia avance y ciertos misterios vayan siendo revelados. Alrededor del genio Don se organiza una serie de ejecutivos en ascenso, conformando un complejo de recelos laborales, amistades dudosas, adulterios y juergas interminables.

Si la creación de Matthew Weiner cosechó premios como el Globo de Oro a la mejor serie dramática o al mejor actor dramático no es por nada. Con un trabajo de arte que bordea lo obsesivo, sitúa el clima histórico de manera inigualable. Vestuarios y decorados relucientes y motivos visuales que se repiten como hallazgos de época: la presencia constante del whisky y el tabaco en el quehacer cotidiano de la oficina.

No basta con mirar sólo un puñado de capítulos de Mad Men para caer en la tentación definitivamente. Hace falta darle tiempo, porque la serie encuentra su curso narrativo fluido a medida que va llegando al fin la primera temporada. Es entonces cuando salen a la luz las rasgos más interesantes: el universo femenino, con todas las represiones corrientes de esos años, va cobrando más matices y conquistando terreno en la serie, por sobre la misoginia e hipocresía con que Mad Men retrata al mundo masculino. Ellos tendrán que lidiar con sus propios fantasmas y su ridículas ambiciones; ellas tendrán que negociar entre la represión feroz de la sociedad -y de sus propios esposos- y sus deseos de vivir la vida como cualquier mortal.

Es así como Matthew Weiner, un señor que se propuso hacer lo que quería con el formato serie sin ceder a ninguna imposición, revitalizó un género que se encontraba estancado en la mera repetición de la acción sin contenido.

2 comentarios:

Martín dijo...

alguien sabe dónde se consigue esta serie? ... en los videos no está y descartando la posibilidad de bajarla ya mi pc es de la prehistoria

Anónimo dijo...

podés verla online en seriesyonkis.com