todos estamos igual

viernes, 27 de febrero de 2009

Tarambana

Por Oscar A. Cuervo

Alguna vez hace ya mucho tiempo se lo presentó como la gran esperanza blanca, el cineasta americano que sabría encontrar la fórmula perfecta que combinara autorism & entertainment. Lo logró sin poner demasiado de su parte, con canchereadas tales como cambiar el orden de exposición de los actos de un film apenas discreto, reciclar a ex-figuras pop con la cotización en baja y el colesterol en alto y, fundamentalmente, con el diseño astuto de bandas de sonido que transformaron la marca Tarantino en evento bailable. Por entonces era un cineasta cool, tanto que Pergolini le copió el vestuario de uno de sus films y lo registró como “formato” de televisión. Pero las gracias que las madres y abuelas les festejan a los niños cuando tienen cuatro años, si se repiten más o menos parecidas quince años después los hacen quedar como unos reverendos pelotudos. Es el caso.

De pronto, el mercado agotó sus posibilidades creativas y se acudió al retro. En los 70 se hacía retro 50. En los 80 se probó con el retro 60. Así que, de manual: en los 90 llegó Tarantino con el retro 70. Estamos en la década 00 y todos nos hemos dado cuenta qué encantadores sonaban Huey Lewis and the News y cuánto nos divertíamos con comedias como Porky's (de estas cosas conviene hablar en primera persona del plural, es el momento en el que el mercado se vuelve colectivista). Las cosas que antes nos resultaban estúpidas de pronto se nos vuelven tiernas y al cine que nos parecía mediocre lo añoramos con nostalgia. Con Death Proof, Tarantino hace retro-retro: dado que su momento de gloria fue a comienzos de los 90, hoy su mismo concepto del cine retrocede 15 casilleros y a las masas rascas arrastra pa atrás. La mar de gracia consiste en usar tipografía amarillo-berrreta en los títulos (¡como en Cha-cha-cha!), saturar el pigmento fotográfico y rayar la película, simular saltos de fotogramas como en los viejos cines de barrio, desempolvar discos del sello Stax y filmar choques de autos sin enfectos digitales. La hazaña lograda no es menor: una película estúpida y tediosa, con lo peor de ambos mundos, auntoindulgente como el mal cine de autor pero hueca como el entretenimiento más idiota. Cine de entretenimiento aburrido, cine de autor zonzo.

Para aportar algo de gracia y belleza, los dejo con los títulos de comienzo de Live and let die, que al menos tenía una canción de la san puta.


Atahualpa Yupanqui en La otra.-radio

"Y es que la cosa no es mero cantar. Hay un provervio antiguo que dice: Rezar es orar, pero quien canta ora dos veces. Por un lado le ora a Dios y por el otro a lo que lo rodea, a lo que ve: pueblo, gente o incluso recuerdos. Eso a mí me impresionó mucho. Me quedé pensando, me siguió trabajando en la cabaeza. Por eso digo que no es el mero cantar, es otra cosa. Por eso procuro no cantar por el solo hecho de tener una canción bonita, así lo he hecho toda mi vida"

Atahualpa Yupanqui, diciembre de 1980


Huella Triste, milonga - Atahualpa Yupanqui

Este domingo a las 23:59 en FM La Tribu, 88.7, http://www.fmlatribu.com/

miércoles, 25 de febrero de 2009

No way

Por Oscar A. Cuervo

(En los últimos días estuvimos debatiendo acerca de El luchador, el film de Darren Aronofsky protagonizado por Mickey Rourke. Hablamos de los films de perdedores y yo señalaba cierta obsesión del cine de Hollywood por imaginar con trazos sórdidos y humillantes el final más temido: ser pobre. Noté que hay ciertos rasgos recurrentes: vivir en un trailer, tener un hijo o hija de los que no se puede hacerse cargo, que ese hijo o hija, ya crecido, tenga una mirada reprobadora hacia la "derrota" del padre. En un momento caí en la cuenta de que Ennis del Mar, el personaje que en Secreto en la montaña encarna Heath Ledger, respondía a ese indentikit. Con el agravante de que Ennis es, durante la década del 60, peón rural (cowboy) y se enamora de un compañero de trabajo. Todo esto en el ambiente ultraconservador de Wyoming. Ennis no la tiene fácil. ¿Es un loser? ¿Es la película de Ang Lee otro film de losers -además de ser un western y además de ser un melodrama queer? La película es y no es todas esas cosas. Así que me interesó rescatar parte de una larga nota sobre Secreto en la montaña que en 2006 escribí para el número 12 de revista La otra.)


Secreto en la montaña es una película narrativa, de una cualidad clásica. Mueve los mecanismos del relato en el momento adecuado, desde el primer minuto y a cada paso, hasta el final, y a pesar de eso nunca parece obvia. Es un film de cowboys, con cielo azul de Wyoming, caballos, praderas, arroyos, atardeceres, música melancólica. Un film noble, que deja fluir una emoción permanente sin rebajar jamás la inteligencia del espectador. No cabe ninguna duda de que se trata de un film mainstream. No es entonces un exponente de eso que llamamos "cine mutante".


A menos que se preste atención a este punto, que indica una auténtica mutación: los vaqueros, Ennis y Jack, se enamoran el uno del otro. Si se trata, pongamoslé, del último western, es irónico para el Destino del Cine que estos cowboys no sigan el modelo de Clint Eastwood; hay más besos que piñas y lo que predomina es la ternura. Y si bien campea un tono elegíaco, tampoco es un lamento reaccionario por la pérdida de Antiguos Valores, porque los valores que empiezan a resquebrajarse está muy bien que se pierdan de una vez: son códigos de comportamiento social y sexual que no hacen más que sofocar las vidas de quienes se someten a ellos.

Ahora bien: ¿se trata entonces de un film mutante? ¿un vehículo clásico con planteo revulsivo? La historia transcurre en la década del 60, cuando los vaqueros han perdido su aura heroica (si alguna vez la tuvieron fuera del cine). Se los explota sin consideración, bajo condiciones humillantes. Son los últimos orejones del tarro, a los que el capitalismo somete sin piedad. Lo que no parece haber cedido en ese ambiente es un machismo recalcitrante. Vaquero y homosexual es una conjunción desaconsejada.

Ennis del Mar y Jack Twist son dos muchachos que buscan trabajo de vaqueros en Wyoming. Ennis es muy recio, o bien de una timidez extrema, tanto que su conversación consiste en mascullar monosílabos, moviendo tan pocos músculos de su cara como le sea posible. Jack, en cambio, tiene una necesidad imperiosa de hacer contacto, primero con la mirada, y después se trata de encontrar algún pretexto para ganarse una simpatía. Son parecidos y distintos, como variaciones de un mismo modelo de vulnerabilidad, de anhelo de amor en un ambiente duro y poco amable. La América profunda, pero podría ser el Chaco salteño. Al principio se miran oblicuamente, como corresponde a vaqueros de Wyoming; más tarde conversan, comparten la rabia de ser explotados, comparten frijoles, se hacen amigos, se hacen tímidas bromas, se emborrachan juntos. Y una noche fría, muy fría, comparten la carpa y entonces se cogen. Es Jack el que toma la iniciativa -parece que lo tiene decidido desde antes, no me pregunten desde cuándo- y Ennis sólo accede porque está muy borracho. A la mañana siguiente, con la resaca de la noche anterior, es obvio que Ennis va a estar disgustado, que va a esquivar la mirada de su compañero. Después va a hacerle al otro una advertencia: es cosa de un único disparo (it’s one shot-thing), no se va a repetir. Jack: es asunto nuestro y nadie tiene por qué saberlo. Yo no soy marica (queer), murmura Ennis, tampoco yo, acota Jack.

El cineasta Ang Lee plantea el juego de modo decidido. Todo está expuesto desde el principio, cuando Ennis y Jack se fichan disimuladamente, con la cara medio tapada por el ala del sombrero, la mirada oculta por una tenue sombra. En muchos westerns vimos a un cowboy mirando de ese modo a un desconocido, pero esa mirada escondedora, precavida o alerta, aquí está cargada de tensión erótica. A partir de ahí, Lee simplemente deja fluir con seguridad la corriente desencadenada, hasta que la fricción de los cuerpos en la carpa se vea casi como un accidente natural, como un desprendimiento de la montaña.


Y cuando la platea ha aceptado que, después de todo, en el medio de la noche y arriba de la montaña eso puede pasar (¿acaso los peones rurales no llegan a usar las ovejas para descargarse?), Lee da el golpe de gracia: a la noche siguiente, después de la incómoda distancia de la mañana, Ennis mira de reojo la carpa en la que Jack espera. Y Ennis del Mar entra, y ambos se miran y se tocan, con caricias y besos de amor. Los films de cowboys, a partir de ahí, no volverán a ser los mismos. Brokeback mountain no necesita abundar en sexo explícito (como algunos críticos de la filial porteña del Fipresci han echado de menos) porque la tensión erótica se ha instalado y ahí se quedará hasta el final. El cine en todos estos años fue perdiendo la capacidad de erotizar, apelando a fórmulas cristalizadas que anuncian cuando-llega-la-escena-de-cama, los cuerpos filmados de la cintura para arriba, después de la cintura para abajo, últimamente con planos explícitos de penetración y eyaculación. Pero Ang Lee, que ha optado por un sobrio clacisismo, se las arregla para disponer las secuencias de la primera media hora de modo que, cuando Ennis entra a la carpa la segunda noche, la platea poblada de parejas de pochocleros y matrimonios bien constituidos se revuelve en la oscuridad. Algún comentario tonto, risitas nerviosas, y kilos de pochoclo atragantado. Yo entonces me acuerdo de la llegada del tren a la estación de los hermanos Lumiere. Esa vibración que a veces se instala en una sala oscura es necesariamente sexual y no puede sino ser política. Brokeback mountain, que va camino a ser un fenómeno de masas, es un film de amor, de sexualidad y poder.


Y una vez que la sala se ha erotizado, Lee no necesita redundar; en cambio devuelve la atención de la platea en una imagen especular: cuando a la mañana siguiente Ennis y Jack juguetean por la montaña en plan idílico, son espiados (con teleobjetivo) por el temible Aguirre, el empleador odioso y lascivo de poder. El buen cine clásico nos ha enseñado que en pocas imágenes, si están bien dispuestas, se pueden hacer visibles las líneas de fuerza que rigen un mundo, que atraviesan los cuerpos y distribuyen los destinos personales. No hacen falta los discursos explicativos, porque esas fuerzas aparecen en acto, en el espacio que se abre entre la pantalla y nosotros. En Brokeback mountain no hay el más mínimo alegato, ningún diálogo necesita explicar nada para que el film se convierta en un acto político. Lo político en este caso es exponer el problema de la sexualidad con una claridad y una precisión que no es frecuente en el cine actual, menos que menos en el cine norteamericano. No se trata de escandalizar, ni de llamar la atención con bizarrerías. Lee apela a una emoción pudorosa que deja espacio para pensar.

Veamos: dos hombres se aman. Ahora, ¿cómo hacen para instalar su amor en este mundo? Lo que el film constata a cada paso es que el amor no es esperado en el mundo, que no ha lugar, que siempre hace falta abrirle un espacio que el mundo constantemente está cerrándole. La historia se sitúa hace 40 años, pero podría haber sido hace 2000 o estar sucediendo en este mismo instante: hay que ser muy cretino para no darse cuenta. Simplemente: Ennis y Jack no tienen que amarse; nadie, ni los seres más cercanos pueden tolerarlo. Si el amor de ellos prevalece, las instituciones se desmoronan: el empleo, el matrimonio, la manutención de los hijos, el respeto de los demás. Si las leyes de empleo, el contrato matrimonial, el vecindario y la parroquia se imponen, ellos no hallarán lugar ni tiempo para amar. Una buena historia de amor, para no volverse tonta, para no transformarse en una escapismo imaginario, tiene que poner constantemente esto en la balanza: no es que no haya amor en la vida: hay, pero es una fuerza corrosiva, asocial, anti-económica, mal vista.

Jack y Ennis perderán el empleo, dejarán de verse, cada uno por su lado va a formar un matrimonio y tener hijos. Por un momento parece que Brokeback mountain va a hacer lo que tantas veces ha hecho el cine americano: los personajes se “reforman” y el desliz queda como una exploración fallida de la juventud. Pero acá el aire de la montaña ha quedado flotando. Pasa un año, dos, tres, cuatro. Y Jack le manda una postal a Ennis. Podríamos vernos... Venite ya, responde Ennis con su habitual verborragia. Los viejos amigos se reencuentran: un fuerte abrazo. Lógico. Pero resulta que, con algo de animales en celo, los cuerpos se rozan, las bocas se buscan. Ennis arrastra a Jack a un rincón y se besan con gran pasión. Esto sucede en la puerta de la casa de Ennis. Segundo estremecimiento de la platea, cuando la mujer de Ennis se asoma por la ventana y los ve: los mecanismos de identificación del cine funcionan a tope: el público, del lado de los enamorados, teme que sean descubiertos. La mirada de un tercero (tercera: Alma, la mujer de Ennis) nos recuerda que este amor no las tiene todas consigo. Lo que hace el director del film entonces es de una nobleza infrecuente: nos deja al aldo de Alma. Vemos su expresión atónita primero, de angustia después, camina unos pasos hacia adentro de la casa, camina por hacer algo, para ganar tiempo o por pura inercia. De pronto, esa mujercita trabajadora, madre de dos hijas, educada en un ideal conservador de acatamiento, matrimonio y maternidad, ve atravesada su existencia por un rayo de pasión que le pasa por al lado y la expulsa, le dice con sencilla crueldad: el amor existe, pero no se trata de ti. Ennis, su marido, y el compinche Jack, dos grandes amigos de juventud, se van por ahí, a tomar unos tragos, a pescar, como suelen hacer los hombres. Pero Ennis y Jack se aman locamente y van a revivir la pasión de la montaña. La felicidad infantil de ellos es la rabia de ella, que se queda cuidando a las niñas. Sofocada, vuelve a la ventana: ellos se van y la escena es súmamente dulce y súmamente amarga. La triangulación, el amor de ellos mirado desde el punto de vista de ella: eso es cine.


El relato transcurre a lo largo de los años: el proyecto de estar en el mundo, que cada uno de los protagonistas lleva adelante como puede, tensa continuamente los lazos de la dificultad. Jack, que es un buscavidas, se casa con la más linda de Texas, la hija de un fabricante de tractores (modelo Versatile). Lo veremos ascender económicamente, al precio de sostener una duplicidad de la que pretende salir más o menos ileso. Para eso se tiene que bancar a un suegro detestable, Newsome, que tiene esa típica prepotencia de los ricachones texanos. Jack muchas veces se hace el tonto, se deja basurear; alguna vez frena a su suegro, más que nada para no quedar mal parado ante la mirada de la mujer y del hijo, quizá para no sentirse miserable. Total, se ve que piensa, el matrimonio es sólo una máscara, su ser más íntimo está puesto en otro lado: en serio, Jack quiere vivir su vida junto a Ennis, tener un lugar, algunos animales. Ennis, en cambio, está paralizado. Cuando después de cuatro años se van juntos a un motel, Ennis revive la pasión de la montaña. Jack le pregunta: ahora qué hacemos. No sé... nada -dice Ennis-, nos estamos buscando uno al otro, pero si eso sucede en el lugar o en el momento equivocados, estamos perdidos... ¿Dos tipos viviendo juntos? No way. Y, ante la reaparición de su amigo, Ennis verá desmoronarse su matrimonio sin atinar a hacer nada. No vislumbra la posibilidad de armar algo así como una pareja homosexual, un rancho, que su amor se haga visible para el mundo. No way, repite Ennis varias veces a lo largo de los años. De hacer visible el amor -y cómo- se trata Brokeback mountain.


Un film sobre el amor y la sexualidad tiene que hacer salir a la luz cuestiones económicas también. Porque el deseo se implanta de alguna manera en el mundo o sucumbe ante él. El deseo se las tiene que ver con los roles de género. Y también debe resolver la cuestión de la trasmutación de la libido en potencia económica. En el capitalismo, la virilidad demanda una capacidad de hacer dinero, de mantener una casa, hijos. Amar y trabajar, decía Freud, lo que a menudo se traduce: coger y ganar dinero. La lucha de clases se mete en el lecho. En una escena clave, Ennis y su mujer están a punto de mantener relaciones sexuales. Ya tienen dos hijas y tienen además problemas económicos. Alma le dice: tendríamos que cuidarnos. El quizá encuentre en esta advertencia una buena excusa para zafar de sus obligaciones conyugales: si no quieres a mis hijos, entonces te dejo en paz. Ella: para qué quieres hijos, si no puedes mantenerlos. En la escena siguiente están divorciándose. La pequeña escena de la transacción en el lecho desnuda el dispositivo matrimonial en su función alienante. Lo que se entiende por paternidad en el mundo capitalista: potencia sexual y potencia económica. En esa transacción, el amor tiene pocas chances de prevalecer.


El transcurso de los años también marca la evolución de sus opciones de clase: Jack hacia arriba de la escala social, Ennis hacia abajo, como un rotundo perdedor (algo imperdonable en la sociedad americana). Lo destacable de este planteo cinematográfico es que se trata de personajes contradictorios, a los cuales no es fácil instrumentar en función de posiciones políticas o morales reductivas. Esto explica la ira de algunos voceros de lo que podríamos llamar el “stalinismo gay”, que le han reprochado al film que los personajes sean cobardes (¡como si un relato fuera por eso reprochable!), porque no se reconocen como parte de la comunidad gay. Esa visión saturada de un moralismo irreflexivo, tan rígido como la homofobia que pretende combatir, no está capacitada para comprender lo que Brokeback mountain tiene de políticamente movilizador: ni la ficción ni el documental tienen que presentar ejemplos edificantes, aptos para ser tomados como bandera de un proselitismo cualquiera. Por mi parte, la calificación de “stalinismo” no es una simple chicana: con similar estructura ética y política los cuadros del PC italiano le han objetado a Pasolini que los personajes de sus novelas y films, los “ragazzi di vita”, presentaran una imagen sórdida del subproletariado. En el caso del film de Ang Lee, lo reprochable parece ser que Ennis y Jack no se asuman como gays ni salgan a luchar por sus derechos. En cambio, vacilan, vicio imperdonable. Ellos no asumen una identidad (¡el viejo principio de identidad de “A es igual a A” transformado en imperativo político: un gay es un gay). Las vacilaciones de Ennis y Jack -emocionales, sociales, laborales- los llevan a chocar contra sí mismos, contra sus propios miedos (¡horror!) y contra la comunidad de la que forman parte: sus esposas, sus padres, sus hijos, sus empleadores. Su deseo no es comunitario sino disolvente. Eso no está ni bien ni mal: ¿por qué los personajes de un film deben hacer cosas que estén bien? Claro que entonces no se trata de cine “gay”: “lo gay surge precisamente como sociabilización positiva de la orientación sexual, no como forma de definir sujetos por sus conductas sexuales”, dice Diego Trerotola en el número 165 de la revista El Amante. Pero los personajes de Brokeback mountain no están “sexualmente orientados”, sino que están desorientados; y no hacen una “socialización positiva” de una identidad que por otro lado no tienen. Una película puede hacer algo mucho más interesante: presentar personajes complejos. Lo que políticamente es incluso más movilizador, aunque sea difícil de convertir en bandera proselitista.


En 1991 Serge Daney estableció una distinción que puede ser aquí muy pertinente: la que existe entre la imagen y lo visual. “Lo visual es la verificación del funcionamiento de algo. En este sentido, los clichés, los estereotipos son lo visual.” Daney ejemplifica con la visualización que hace la sociedad francesa de los árabes: la cara del inmigrante. Quince años después de esta reflexión de Daney, la visibilidad del inmigrante (en todo el mundo occidental) no hizo más que cristalizarse. Y esto ya no es una exquisitez de la crítica cinematográfica: en Londres se acribilla a un brasileño por tener cara de inmigrante y nadie paga por ese crimen; se le pide disculpas a su familia, pero las fuerzas de seguridad inglesas dicen que lo volverían a hacer. Esto es sólo un ejemplo. Daney decía que más allá de ese rostro visible del árabe, hay una incapacidad de contar la historia particular de uno de esos inmigrantes. Faltan imágenes del otro donde sobra visualidad: “Cuando el otro falta, cada campo se reconcilia sobre su «visual»” concluía Daney. Yo creo que lo que hoy algunos, desde el stalinismo gay, le reprochan al film de Lee es que no nos entrega un “visual gay” (cosa que sí hacen los films proselitistas de Bruce La Bruce o la TV de Guillermo Francella, con diversos propósitos). Nos muestra a dos hombres enamorados que no saben bien qué hacer y en ese no saber se les va la vida.


Quizá esta falla sea lo más interesante que Brokeback mountain le puede aportar al cine y a la sociedad actual. Porque los oprimidos no son sólo Jack y Ennis: las mujeres, los hijos, los otros hombres están atrapados en las redes de la misma opresión. La mujer de Ennis, preparada para quedar embarazada y para optar por el resguardo económico que le brinda Monroe, el dueño del supermercado, no está en cambio preparada para ver a su marido besando a otro hombre. Ella tampoco sabe qué hacer y su ejemplo no podrá ser tomado como bandera de ninguna organización feminista. El padre de Jack no está preparado para darle las cenizas de su hijo a la persona que él más amó: esa incapacidad llena de odio a ese personaje, que no puede por eso ser cabalmente el padre de su hijo. Pero no es un villano: él también está oprimido. Brokeback mountain apuesta a conectarse con espectadores que no están preparados, con personas contradictorias, no “idénticas”. El ahogo de la rutina, las cenas familiares, el living pequeño burgués como centro autófago del infierno, el televisor, las botellas de cerveza, la cama en la que ya no circula el deseo, la carga de una paternidad ejercida sin convicción... todo eso puede ser la historia de millones de personas, también entre los que miran la película. No se trata de cine queer, es la vida en el mundo de hoy. Hay que tener sensibilidad e inteligencia atrofiadas por el principio de identidad para no percibirlo.

Lo que tienen Jack y Ennis, lo que los mantiene en la expectación, son sus escapadas a la montaña. En esos momentos la película respira: los cielos de profundo azul, las blancas nubes, los arroyos cristalinos, el aire puro, las amorosas estrellas observándonos (la única mirada no hostil a la pareja). Lee apela a la iconografía del western, la exaltación de la vida libre, las conversaciones junto al fuego, como una resistencia poderosa frente a un mundo insostenible. ¿Por qué no hacemos la vida que deseamos?

El momento idílico no es evasivo: tarde o temprano, Jack y Ennis vuelven a hablar de la necesidad de estar juntos, discuten otra vez sus posiciones: no se trata de charlas matrimoniales, sino de un auténtico debate político. El interés de la película reside en que ese debate ocupa el centro del conflicto y que en ningún caso se plantea como una lucha maniquea entre lo que está bien y lo que está mal, como en los melodramas baratos y en los films edificantes. Como en los buenos melodramas, Annie Prouxl, la autora del relato en el que se basa el film y Ang Lee, el director, les permiten a sus personajes amarse y son momentos de genuina felicidad. Pero también los hacen pensar y hasta los dejan equivocarse. ¿Cómo amar con seriedad en un mundo gobernado por el desprecio? ¿Cómo hacemos para estar a la altura de nuestro amor? Y las dos posiciones, la de Jack y la de Ennis, tienen sus buenas razones. No se trata de ser simplemente valientes y de “salir del placard”, o de retroceder y olvidarse de todo. El deseo de Jack de vivir juntos y las reservas de Ennis al proyecto de una pareja instituida, ninguna de las dos posiciones terminan de cerrar, un poco por el lastre que cada uno lleva consigo y otro poco porque el amor en este mundo no cierra, no hay caso: abre.

Pocas películas del mainstream han tenido la lucidez de exponer cuestiones tan candentes y dejar la pelota del lado del espectador, sin finales felices, sin consignas reductivas o salidas imaginarias. Brokeback mountain es un film de amor, con dos amantes que se mantienen fieles a pesar de circunstancias adversas. Como son películas de amor Titanic de James Cameron o In the mood for love de Wong Kar-wai. En cada una de ellas los amantes tienen su escena persistente: en la noche fría bajo las estrellas, en medio del naufragio, en Titanic; en la habitación 2046 en la de Wong; en la montaña Brokeback en la de Ang Lee. Cada una de estas historias se encuentra con sus escollos y cada una mide la fuerza que puede oponer el amor. En Brokeback mountain, el amor se mantiene a lo largo de los años, pero el conflicto con el mundo no cede. Al terminar el film salgo conmovido por los personajes y preocupado por mí.

martes, 24 de febrero de 2009

Conversaciones sobre medio oriente y antisemitismo


Conversación entre Daniel Cholakian y Oscar Cuervo

Oscar: En muchas de las discusiones sobre el conflicto en medio oriente encuentro que hay un punto de inflexión: insluso muchos defensores de la política bélica israelí admiten que se critique a su gobierno, pero son absolutamente intransigentes cuando se roza un cuestionamiento a la legitimidad de la fundación del estado de Israel. Este es un hecho ocurrido en 1948, parte de un acuerdo de las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial. Es decir: se trata de un hecho histórico-político y como tal, sujeto a discusión. La politica es discutible. Pero a este acto se lo pretende dejar fuera de la órbita de una discusión. Es muy usual asociar la posibilidad de discutir políticamente la fundación del estado de Israel con la posición de atentar contra la existencia de Israel. Y hay todavía un segundo paso: criticar la fundación de Israel y las condiciones en que se llevó a cabo se identifica con propugnar el exterminio de los judíos. Para cualquier análisis racional se trata de tres cuestiones distinguibles: una cosa es someter a crítica la fundación de Israel y los efectos políticos que de ese acto persisten; otra es oponerse a que el estado de Israel siga existiendo tal como está constituido en la actualidad; y otra radicalmente distinta es proponerse el exterminio del pueblo judío. Para mí está claro que sólo la tercera de estas cosas implica antisemitismo y que debe ser tratada como se trata a cualquier racismo, como un crimen que lesiona a la humanidad. Pero el primero y el segundo planteo, siendo ambos diferentes y discutibles, no veo que puedan ser asimilados al antisemitismo. Me parece que hay intereses concretos que quieren transformar un acto político discurrible y revisable en un tabú. Pero ¿por qué hacer un tabú de un acto político? Tampoco va a pasar nunca el tiempo suficiente para que una institución política se naturalice: el hecho de que la monarquía haya durado varios siglos no termina por naturalizar su existencia; las décadas que duró la Unión Soviética no impidieron que dejara de existir al cabo de un proceso político. ¿Por qué entonces va a quedar la discusión sobre la fundación de un estado inhibida por un tabú?

Daniel: Tus planteos sobre la validez de la discusión respecto de la legitimidad del estado de Israel son sólidos. Propongo alejarnos tanto de quienes califican a esta propuesta intelectual como antisemita -en tanto cuestionaría el derecho de un pueblo al dominio sobre un territorio que le garantiza la supervivencia-, como de quienes banalizan la discusión considerando a Israel simplemente como un enclave colonial norteamericano. Agrego una pequeña observación: no me parece apropiado que las acciones actuales de un gobierno (incluso cuando sean políticas “de estado”) sean argumentos para cuestionar la legitimidad fundante. Personalmente creo que la constitución de los estados burgueses, tal como los conocemos, es un hecho histórico, no natural ni permanente, por lo que es aceptable cuestionar la legitimidad de cualquier estado actual, sin que implique un sentimiento contra ninguna identidad. La instauración del concepto de patria como cristalización de una identidad es un modo de organización de la era de dominación burguesa en la que estamos aún inmersos. En este sentido, considerando el marco histórico de la modernidad, creo que la creación y existencia del estado de Israel tiene la misma legitimidad que cualquiera de los otros estados del mundo.


O: Como a mí me faltan datos para tener un cuadro completo de la situación, me gustaría conocer los antecedentes que llevan a la fundación de Israel. Podemos retrotraernos en el tiempo hasta 1948, o hasta la Shoah, pero también podemos ir más atrás y hablar de los conflictos coloniales que había en medio oriente antes de la caída del nazismo. Pero también podríamos remontarnos a los tiempos inmemoriales del Éxodo, tal como aparece narrado en los libros de la religión judía. Para poner un corte cualquiera quisiera preguntarte cómo era la situación teritorial y política de medio oriente a comienzos del siglo XX, sin perjuicio de que después retrocedamos o avancemos en esta historia.

D: El origen del actual Israel se halla en el deseo del pueblo judío de contar con su propio lugar en el mundo. Acá te propongo dos premisas para el resto de la discusión. La primera es que el pueblo judío tiene una existencia que excede al estado de Israel, temporal y espacialmente y que no está constituido solamente por la identidad religiosa. La segunda es que su vocación de asentarse en un lugar común, constituyendo una comunidad, es legítima, y se manifiesta cuanto menos desde el siglo XVI. Prefiero excluir relatos míticos, ideas retorno del retorno justo, y otras consideraciones que escapen a registros más o menos valorables en estos términos históricos.
Aun cuando con estos antecedentes son centrales, es necesario considerar otros factores que promovieron el desarrollo del conjunto de ideas que podemos agrupar bajo el nombre de sionismo. Principalmente, las fuertes persecuciones y la marginación a las que fueron sometidos los judíos en Europa oriental, y especialmente en Rusia, sobre el final del siglo XIX. Theodor Herzl organizó este movimiento y sentó los lineamientos de la creación del estado judío en el territorio que entonces se llamaba Palestina. Ese territorio había sido asentamiento de los judíos en tiempos anteriores, aunque cualquier discusión sobre quiénes fueron los habitantes originales del mismo son vanas (básicamente porque siempre están teñidas de contenido dogmático). En el momento que Herzl escribe El estado judío (1896), ese territorio no había sido aún dividido por las potencias coloniales. Esto no es un dato menor. No había allí aún ni proto-estado. En ese manifiesto, Herzl concluye que ese es el lugar para el nuevo estado, pues son las tierras del viejo Eretz Israel: la tierra de Israel, lugar del pueblo judío. Allí se encuentra Jerusalem, lugar sagrado.
Con anterioridad, cerca de 25000 judíos habían migrado durante el siglo XIX hacia la región. Con el incremento de los nacionalismos y el antisemitismo en la Europa occidental (no olvidar el affaire Dreyfuss en Francia), la “aliá” (palabra que significa ascenso, y es como los judíos denominan a las inmigraciones durante este largo período) fue incrementándose. A esos migrantes se les sumaron cerca de 40.000 antes del comienzo de la primera guerra. Pero sólo cuando estaba finalizando este conflicto Francia e Inglaterra acordaron dividir el oriente medio en zonas de dominio de cada uno de esos países. Palestina fue la única zona que quedó bajo dominio de la Sociedad de las Naciones, recién creada, que otorgó un mandato al Reino Unido para el ejercicio del control administrativo. A partir de entonces, enero de 1916, se cristalizó la organización colonial de la región. El sionismo había trabajado con éxito en conseguir apoyos de judíos poderosos y de gobiernos europeos para llevar a cabo su proyecto de nación.
Hago un aparte: la idea de “un pueblo, una nación” era clave en Europa en ese momento. En los 40 años anteriores se habían modificado las fronteras, con fuertes luchas entre países y con transformación de los sistemas políticos. La idea de un estado nacional como institucuión adecuada para sostener la identidad de un pueblo era central en todo el mundo occidental. En este sentido, creo que la búsqueda del pueblo judío por la creación de un estado propio es común en ese momento. Si el hogar judío toma la forma de un estado nacional es porque está es la formación histórica posible. No podría imaginarse en ese momento otra formación política para una pueblo con una identidad milenaria que no sea un estado nacional. En este orden, el texto de Herzl es plenamente moderno, ya que apela a la formación política estatal, legal y burocrática burguesa como expresión de la racionalidad positivista.
Luego de los acuerdos de Sykes–Picot de 1916, una vez finalizada la guerra, se produce la declaración de Balfour (2/11/1917). Esta es una declaración oficial del Reino Unido. A través de su secretario de relaciones exteriores envía una nota al Barón de Roschtild (ferviente sostenedor del proyecto sionista), donde declara: “El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.”
A partir del apoyo económico conseguido por la causa sionista en EEUU, Inglaterra y Francia, la emigración hacia el territorio del mandato británico fue incrementándose notablemente. Los nuevos habitantes compraban tierras a sus antiguos propietarios y ocupaban el territorio, organizaban la economía local y empleaban a los árabes sólo para las tareas menos remuneradas. Es importante resaltar que sobre las ventas de las tierras podrás encontrar muchas lecturas posibles. Están quienes tildan de traidores a los vendedores y quienes sugieren que la potencia colonial empujaba de algún modo a los habitantes árabes a tener que desprenderse de ellas. Lo que yo entiendo es que la propiedad de la tierra era concentrada, que tal posesión implicaba un régimen que, de un modo reduccionista, podemos llamar feudal, y que en esa operación de venta había, además de un cambio de propiedad, una modificación del régimen de tenencia y de explotación. El árabe que allí trabajaba y vivía, si no era expulsado, era empleado bajo una relación salarial, lo que modificaba completamente el sistema de organización social.
El régimen colonial, tolerante en las primeras cuatro décadas del siglo XX con la instalación del pueblo judío en la región, tampoco sufrió una resistencia importante por parte de la población árabe. Si bien existió una rebelión árabe en 1936, la misma fue fácilmente batida por el ejército colonial. Durante este lapso, donde ya era abierta la persecusión a los judíos por el régimen nazi, la población judía de la región pasó del 10% sobre el final de la primer guerra, al 30% hacia el final de la década del 30.
Es indudable que el apoyo de las potencias externas existió. Se podrá mentar el temor al “factor judío”, su poder de lobby, así como la conveniencia colonial de introducir un grupo diferente, para debilitar la unidad árabe en la región. Sin embargo, lo esencial fue la consecuencia del pueblo judío expulsado, convertido en paria (siguiendo los términos de Hanna Arendt), para construir una comunidad identitaria en un lugar del mundo en el que encontraban sus raíces.
Comenzada la segunda guerra, con una compleja realidad regional y la traslación del conflicto europeo a la región, los militantes sionistas, especialmente los de izquierda, comienzan la acción armada contra el ocupante inglés y contra el ocupante árabe que no se aliaba con ellos. Y si ya sobre finales de los ’30 el Reino Unido aconsejaba la partición de la región en dos estados, finalizada la guerra, las Naciones Unidas, por la resolución 181 deciden la partición del territorio en dos estados. Los árabes no aceptan la resolución y de la guerra que se desata, donde triunfan los israelíes, sale consolidado el estado de Israel, cuya independencia es declarada en 1948.
Si la constitución territorial de la resolución 181 no tiene nada que ver con la actual (para ser concretos, en el mejor de los casos, sumando la franja de Gaza y Cisjordania, los palestinos no poseerían en un teórico estado actual, siquiera la mitad del otorgado por la resolución referida), esto es un problema que tiene que ver con lo que ocurrió después de 1948 y no sólo entre Israel y Palestina. Los actores son diversos. Israel no será el mismo luego de 1948, ni sus partisanos socialistas serán militantes revolucionarios. Pero la región tuvo transformaciones importantes. El proceso de descolonización se aceleró y el Egipto de Gamal Nasser y su idea del panarabismo tuvo también un lugar central.

(continuará)

lunes, 23 de febrero de 2009

Vicky Cristina Barcelona: la comedia del amor


Por Liliana Piñeiro

Derrumbar, a veces, es gracioso. Sobre todo, cuando de prejuicios del amor se trata.

En esta ocasión, Woody Allen elige Barcelona. Verano: la ciudad respira Gaudí, respira Miró. Quiebre de reglas, momento de inflexión. ¿Qué mejor escenario para Vicky y Cristina, dos turistas norteamericanas en Europa? El deseo florece en vacaciones y la sangre se calienta cuando la guitarra es española.

Pero la Tierra se mueve… y ningún personaje hace pie. Hay poetas, pintores, cineastas, fotógrafos: la sensatez es demolida cuadro por cuadro. El caos creativo filtra los vínculos y la paleta del director es insaciable.

Ya se sabe que el psicoanálisis no es condición necesaria (y mucho menos suficiente) pero, como bien sospecha todo neurótico analizado (y Woody lo es), la mayoría de las veces las cuestiones del amor, miradas en perspectiva, suelen resultar una comedia. ¿Eran amargas las lágrimas de Petra Von Kant? La ironía de Fassbinder estalla en la escena final, cuyo ritmo es ligero… como el tono de esta película: desde la música, la voz en off, las situaciones y el corazón de los amantes.

En Vicky Cristina Barcelona, Woody Allen acentúa los estereotipos, sobrevuela las etiquetas y se divierte. Y nosotros con él.

Si podemos aflojarnos, claro.

domingo, 22 de febrero de 2009

¿Quién quieres que te vigile?

Por Juan Manuel Castro

El guionista Alan Moore, considerado uno de los mejores del noveno arte, y el dibujante Dave Gibbons son los responsables de un hito: Watchmen, que pronto se podrá ver en pantalla grande.

Todo comenzó en el año 1986, cuando esta obra maestra asomó por primera vez como una serie limitada de 12 números. Tras la recepción positiva de los lectores, las entregas fueron reimpresas en un único tomo, es decir, una novela gráfica.

La historia está ambientada en una realidad alternativa, pero es un tiempo que tiene resonancias con el de la guerra fría. El punto de contraste es que allí viven varios superhéroes. Su existencia ha alterado el desarrollo de diferentes acontecimientos históricos reales, como la guerra de Vietnam o la presidencia de Richard Nixon en los Estados Unidos. El team de Watchmen, a pesar de que se los nombre como superhéroes, está conformado por personas corrientes sin más poderes que los que les proporciona el entrenamiento o los inventos que desarrollan ellos mismos. El único personaje con capacidades sobrehumanas es el Dr. Manhattan.

La vuelta de tuerca de este comic, la que hizo que esta obra recibiera numerosos premios, es la puesta en escena de un tipo de héroe distinto, aquel que padece tal condición. Watchmen es una novela sobre superhéroes que abandonaron sus máscaras o cargan la condena de llevarlas siempre, aquellos que viven tras haber renunciado a todo lo demás. Ser héroe implica dejar de ser hombres y mujeres. Y ese destino hace replantear el papel de estas personas que velan por el bien común. ¿Qué existe más allá de ese deseo?

La narración resulta novedosa, fresca y dinámica, además de contar con complementos gráficos explotados al máximo. Son varios los hilos conductores de Watchmen: artículos periodísticos y escritos en los diarios íntimos, a los que hay que agregar lectura de un sub-comic de piratas, Marooned, que narra la historia de un náufrago embarcado en un riesgoso viaje de vuelta a casa para salvar a su familia de un peligro desconocido. Marooned, sutilmente, sirve de mediador entre las diversas historias. Este es sólo uno de los divertidos giros estructurales de la novela.

También es muy destacable la restricción de Moore acerca del uso de narradores omniscientes y globos de pensamiento, lo cual llevó a Gibbons, el dibujante, a elaborar viñetas con un gran cuidado artístico, dentro de las cuales los personajes dejan más expuesto su lenguaje corporal.

Esta apuesta por un nuevo enfoque en el comic ha influenciado en muchos autores jóvenes. La fluidez con que surcan las viñetas por el argumento llevan al lector por un terreno claro, nítido. No existen baches que aminoren la marcha de esta gran aventura. Más allá de eso, luego de acompañar a estos héroes en su larga travesía, entre villanos y fantasmas personales, queda la pregunta latente: ¿quién quieres que te vigile?

sábado, 21 de febrero de 2009

The Beatles x los otros



Fórmula simple pero rendidora: los Beatles pero por otros: Bobby Mc Ferrin & Robin Williams, Satelite Kingston, Nick Cave, Elliott Smith, Bob Marley, John Lennon & Jimi Hendrix, Charly García, Caetano Veloso, Milton Nascimento, Tom Jones, Paul Weller, Johnny Cash, Willy Crook, Our Lady Peace...



Domingo 23:59 en FM La Tribu, 88.7, www.fmlatribu.com

"La tradición filosófica judía y la tragedia de Gaza"

Por Oscar A. Cuervo

El lunes pasado asistí a un interesante debate en el Centro Cultural de la Cooperación, que llevaba el título que tiene este post, en el que hablaron el periodista Pedro Brieger, Daniel Silber (Presidente de ICUF, Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina), el rabino Adrián Herbst y León Rozitchner. Llegué unos minutos después de las 19:00 y me encontré con que la sala estaba llena y no se podía entrar. Habían puesto unos parlantes en la entrada y un centenar de personas seguía el debate desde afuera.

Estaba empezando Brieger. Su exposición se centraba en la acusación de antisemitismo que reciben quienes critican la política israelí. Brieger citó varias veces a Hanna Arendt para cuestionar el mito de una esencia bondadosa según la cual los judíos son siempre víctimas de la historia y no actores de la misma. Se refirió también a una tesis de Teodoro Herz, el fundador del sionismo moderno, según la cual todos los pueblos son antisemitas. Si partimos de esa idea, dice Brieger, los judíos son siempre víctimas, hagan lo que hagan. A esta idea de Herz, Brieger le opone otra de Hannah Arendt: los judíos no somos víctimas por esencia, somos activos responsables de la historia. Significativamente, dice, el libro de Hannah Arendt Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal no fue traducido al hebreo hasta hace poco; en Israel, Arendt sufrió una campaña de difamación por la que la acusaron de antisemita y de perversa. El escritor Gershom Scholem le reprochó a Arendt su falta de amor por Israel:

"En la tradición judía hay un concepto difícil (...) que conocemos como Aha bath Israel, «amor al pueblo judío». En ti, querida Hannah - le escribió Scholem a Arendt-, como en tantos intelectuales provenientes de la izquierda alemana, no queda ya rastro de él".

A lo que Arendt respondió:

"tienes toda la razón: no me mueve ningún «amor» semejante (...) porque nunca en mi vida he «amado» a ningún pueblo o colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés ni al americano, tampoco a la clase trabajadora o nada de este orden. En realidad yo «sólo» amo a mis amigos, y el único amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas. (...) yo no «amo» a los judíos ni «creo» en ellos; me limito a pertenecer al pueblo judío como una cuestión de hecho, que no está sujeta a disputa ni a argumentación". (Cfr. Raices N° 36 – Pág.12, España, Año 1998).

La crítica de Brieger se agudiza cuando se pregunta quién tiene autoridad moral para hablar de la Shoah. En su opinión, Israel se ha apropiado de la Shoah y pretende negarle autoridad para hablar de ella a todo aquel que no sea israelí: “¿Por qué los judíos que no viven en Israel no tienen autoridad para hablar de la Shoah? ¿Por qué no van a tener autoridad los no judíos?” se pregunta Brieger. El periodista admite que, con motivo del ataque a Gaza, se han producido expresiones antisemitas pero, citando nuevamente a Arendt, afirma que los judíos deben tomar conciencia de que la propia política israelí ayuda a acrecentar el antisemitismo y se produce así una profecía autocumplida. Brieger señala además que el temor de ser acusados de antisemitas lleva a los grandes medios de comunicación a tratar con guantes de seda a las políticas y a los políticos de Israel. Un líder como Avigdor Lieberman sería acusado sin vacilaciones de neonazi si en lugar de ser israelí fuera europeo o de cualquier otro lugar, pero al ser israelí los medios miden sus palabras. Si algunas voces se diferencian de ese trato preferencial, se las ataca como si fueran antisemitas, y Brieger cita los recientes casos de Laura Ginzberg y María José Lubertino: en el caso de Lubertino, los ataques fueron mayores por tratarse de alguien de origen no judío.

Según el periodista, la política oficial israelí muchas veces plantea que los árabes representan una continuidad de la Shoah, por lo cual negociar con los palestinos provocaría una catástrofe de dimensiones parecidas a la Shoah. Israel presenta cada guerra que emprende como el resultado de una catástrofe inminente: Benjamín Netanyahu comparó a Arafat con Hitler y acusaciones similares se han repetido con distintos líderes árabes. En opinión de Brieger es la política israelí quien “nazifica” el conflicto de medio oriente y después reacciona cuando los adversarios también apelan a la comparación para aplicarla al propio estado israelí. Sin embargo, aclara que le parece históricamente incorrecto calificar al estado israelí de nazi, pero a la vez señala que es interesante que incluso algunos judíos residentes en Israel hayan usado esta comparación. El propio Ben Gurion expresó en 1948, ante una masacre que el ejército israelí llevó a cabo contra campesinos palestinos: “no tardaremos en parecernos a los nazis”.

Sobre el final de su intervención, Brieger vuelve a cuestionar la idea de una esencia bondadosa del judaísmo que ningún acto de Israel podría contaminar: cuando una nación ocupa el territorio de un pueblo como ha hecho Israel con los palestinos, esta nación queda corrompida por este acto.

Seguidamente, toma la palabra Daniel Silber quien, en nombre de ICUF manifiesta que este movimiento apoya la existencia del estado de Israel y no obstante esto repudia la política criminal y expansionista de la cual la reciente invasión a Gaza es una expresión brutal. Por asumir esa posición crítica, los miembros de ICUF fueron expulsados de la DAIA: “no nos sentimos preocupados por eso, es consecuencia de una línea política de la que nos enorgullecemos". Silber reivindica la consigna “Dos pueblos, dos estados”, lo cual implica el reconocimiento de iure al estado de Israel por parte de toda la comunidad internacional, a la vez que la existencia de un estado palestino con soberanía plena, sobre el cual no se ejerza ningún tipo de tutelaje, ni por parte de la ONU, ni de Israel, ni de otros países árabes. La Federación que preside propone volver a las fronteras anteriores a la guerra de 1967. Termina citando dos opiniones: la del embajador de Palestina en Argentina: “Detrás de la noble causa del pueblo palestino no se debe montar ningún tipo de provocación antisemita”; y la de Herman Schiller: “Lo más revolucionario en Medio Oriente es la paz".

El tercero en tomar la palabra es el rabino Adrián Herbst, especialista en religiones comparadas. Herbst dice que habitualmente lo tildan como una persona de centro izquierda, pero que, teniendo en cuenta lo que aquí se ha dicho, “hoy me siento de derecha”. Dice que la mesa está armada de manera muy tendenciosa. Como religioso está a favor de la paz, pero también quiere reafirmar el derecho del pueblo de Israel a defenderse del terrorismo. “Lamento la posición de Israel en su ataque a la franja de Gaza -dice- pero los entiendo”. La razón de ser del pueblo de Israel es la paz, pero -advierte- no debemos permitir que ningún oportunista importe un conflicto que a nosotros los argentinos no nos pertenece. Dice que en los medios de comunicación se ve a los antisemitas vistiendo el ropaje de los derechos humanos y que le resulta inadmisible que se ponga a Israel y a Hamas en un plano de igualdad, siendo que Israel es un estado democrático cuya razón de ser es la paz, mientras que Hamas es un grupo terrorista que se propone destruir al estado de Israel. “Apoyo plenamente y ciegamente al estado de Israel -afirma- aunque critico a ciertos gobiernos de Israel”. Sigue con los paralelismos: el pueblo judío y el estado de Israel aman la vida, mientras que Hamas desea la muerte. Según Herbst, el pueblo palestino merece los derechos de cualquier pueblo, pero en su actual situación los palestinos son esclavos de Hamas.

El rabino tiene una explicación psicológica para el sentimiento antijudío de los palestinos que apoyan a Hamas: “Hamas proyecta sobre Israel la desilusión que le provoca el maltrato que los palestinos sufren de los otros países árabes: son esos países árabes los que en realidad maltratan a los palestinos”, aunque admite que también a veces los israelíes los pueden haber maltratado. (Aquí empiezan a escucharse algunos murmullos de desaprobación entre el público). Pero Herbst no admite de ninguna manera la comparación de Israel con el estado nazi: “Es una locura y una ignorancia, no puede ser que permitamos que en la sociedad argentina se haga esa comparación”. Para él la comparación de Israel con el nazismo pretende atenuar la gravedad de la Shoah, mientras que en Israel “en forma correcta o incorrecta, estamos tratando de defender al pueblo judío”.

Herbst justifica su posición apelando a la Torah: allí se dice que la justicia es tratar de igual manera al rico que al pobre, al fuerte que al débil. Pero la sociedad actual, cuando defiende a los palestinos, hace injusticia, porque cree que hay que defender al débil. Pero la justicia, dice el rabino, no es defender al débil sino al que tiene razón. No obstante ello, Herbst aclara que no hay que dejarse engañar pensando que Israel ocupa la posición del fuerte porque tiene mayor fuerza militar. Israel en este caso, dice, aunque tenga mayor poder militar es el débil. (Aquí una mujer estalla de furia y empieza a putear a Herbst, lo llama asesino. La coordinadora del debate intenta apaciguar la situación, pero la mujer sigue insultando al rabino. Una parte del público aplaude los dichos de la mujer).

El rabino Herbst retoma: “El estado de Israel es débil porque enfrenta a grupos cuya razón de ser es la eliminación de Israel y el pueblo judío, mientras que la razón de ser de Israel es la paz”.

En cuarto lugar toma la palabra León Rozitchner. Lamenta que la mesa sea sólo de judíos y también lamenta que el rabino no haya tomado el interrogante planteado por Brieger al comienzo del debate, acerca de si hay una esencia del judaísmo: “El fundamento histórico de la cultura en que vivimos es la que produce la Shoah”. Y el fundamento histórico de esta cultura es, para Rozitchner, el cristianismo. No está de acuerdo en el lema del sionismo de que el pueblo judío debe tener un estado como todos los estados, porque el mito judío no puede soportar y mantener las mismas condiciones que el mito cristiano. El estado moderno está fundado sobre el modelo del estado cristiano.

Para Rozitchner, es posible extraer un pensamiento de la mitología judía que es incompatible con el cristianismo. “¿Todos los hombres son antisemitas por naturaleza?” se pregunta. No: es el cristianismo el que introduce el antisemitismo en la historia, mediante la acusación de deicidio. La solución final hubiera sido incomprensible sin el cristianismo.

La concepción cristiana, según Rozitchner, dice que la naturaleza es despreciable y que el espíritu necesariamente la excluye, mientras que la concepción judía es un materialismo que consagra a la naturaleza. Por eso la condición judía se trasmite por el vientre materno, mientras que el cristianismo desprecia la concepción materna mediante el mito de la virgen María “sin pecado concebida”. Según la singular tesis de Rozitchner, el desprecio cristiano por la maternidad y por la materialidad (que el expositor toma como sinónimos) se expresa modernamente en el mecanicismo cartesiano: se reduce a la naturaleza a una máquina que debe ser explotada y esto finalmente conduce al neoliberalismo. El gran error de Israel es adoptar un modelo de estado neo-liberal de raíz cristiana y olvidar que esta concepción precisamente es la que desencadenó la Shoah. “Hay algo fundamental del judaísmo -termina Rozitchner- que en el estado judío ha sido relegado. Los judíos van con las categorías del cristianismo a masacrar a Gaza”.

A la hora del debate Pedro Brieger pide la palabra para discrepar con “el maestro” (así lo llama) Rozitchner: “León trasmite una esencialidad de la cultura judía que yo pongo en duda, porque no hay una esencia judía, el judaísmo no tiene una esencia, históricamente se han manifestado diversas tradiciones judías: no tiene nada que ver el sionismo con otras tradiciones como las que encarnan Hanna Arendt, Karl Marx, Sigmund Freud, entre muchos otros. En contra de lo que dice Rozitchner, Brieger sostiene que el problema de la creación del estado de Israel no es la continuidad del modelo cristiano, sino que en el momento de la fundación de Israel, en la posguerra, se haya buscado afincar el estado en un territorio que no era aquel donde vivían los judíos y que ese territorio escogido estuviera ocupado: por los palestinos.

Brieger también dice que el discurso del rabino Herbst ejemplifica perfectamente esa concepción de una bondad originaria de todos los judíos que los hace pensarse siempre buenos, hagan lo que hagan. El problema, dice Brieger, es la expulsión de los palestinos en 1948: “se violaron mujeres, se saquearon poblaciones. Lo que hay hoy en Gaza es la continuidad de lo que se hizo en 1948”.

Por otro lado también cuestiona la idea del rabino de que Israel sea un estado democrático pleno donde se respeten los derechos de los palestinos: “Es mentira que en Israel haya juicios justos para todos los palestinos. Israel ha tomado muchas veces la decisión política de eliminar a prisioneros palestinos sin otorgarles derecho al juicio. Es un problema traumático que los israelíes no pueden reconocer” *.

* Brieger remite a un artículo que el escribió para la revista Acción, “El mito de la democracia israelí”, en el que entre otras cosas, dice:

“El «único Estado democrático del Medio Oriente» hace más de cuarenta años que ocupa Cisjordania y Gaza donde aplicó la censura sistemática de diarios y libros durante décadas y prohibió toda organización social y sindical. El periodista israelí Zvi Bar´el en los años ochenta comparó la situación en esos territorios con un régimen dictatorial y tituló un artículo «La pequeña Argentina», porque los palestinos eran secuestrados y desaparecían en la mitad de la noche. En los últimos años se ha construido un muro de ocho metros de altura que rodea ciudades palestinas convirtiéndolas en verdaderos guetos, como a Belén. También se implementó el “asesinato selectivo” de dirigentes políticos sin previo juicio y se secuestró a un tercio de los diputados del parlamento palestino elegido democráticamente en 2006, que aún están presos. Para describir la situación de los palestinos en los territorios ocupados desde 1967 la ex ministra de educación israelí, Shulamit Aloni, utilizó una palabra reveladora: Apartheid.

«Muchos de los que siguen hablando de la “la única democracia del Medio Oriente” no conocen la verdadera naturaleza del Estado de Israel. Otros, prefieren no saberlo”. (El artículo completo aquí).

viernes, 20 de febrero de 2009

El perdedor

Por Oscar A. Cuervo

El luchador no es la peor de las películas del Oscar que estuvimos viendo últimamente (El sustituto, Sólo un sueño, Milk). De hecho, es la mejor. Lo cual no quiere decir mucho, ya que las otras son malas.

Todo es tan simple que da un poco de pereza decirlo: la industria pop norteamericana parece tener fascinación por la figura del loser, quizá paralela al culto del winner. O quizá no se trate de dos líneas paralelas sino de una sola misma línea: puede que ser un pobre diablo sea la peor condena concebible para esta industria o para sus consumidores. (Algo de eso empieza a aparecer por aquí como producto de la adopción mezzocretina de la cultura tardoliberal). Ser un pobre diablo es algo que excita la imaginación morbosa de Hollywood, un límite posible al que hay que volver una y otra vez para imaginar siempre las mismas cosas: humillación, sordidez, abotagamiento, repudio de los otros (aquí la propia hija del loser abomina de su fracaso al verlo después de años). El luchador no deja ningún lugar común sin tocar: el tipo vive en un trailer, escucha Quiet Riot y Guns' N Roses, detesta a Kurt Cobain por marica, está enamorado de una bailarina de caño. No obstante tiene un buen corazón. No obstante es enfermo cardíaco.

Da pereza: Mickey Rourke es El luchador, todo el marketing alrededor lo recalca: "asistan a la resurección de...". Se trata de ir a ver su cara arruinada y su físico grotesco y después quizás decir algo acerca de la corporalidad con que compone el personaje. Darren Aronofski pone una detrás de otra todas las ideas que se nos vayan ocurriendo al respecto: al principio, el presentador de la lucha lo presenta como "un norteamericano"; se apoda "Ram" (carnero) y lleva un enorme tatuaje de Cristo en la espalda; aun así hace falta que el diálogo haga una referencia a las torturas físicas de Cristo en la película de Mel Gibson. Anoten entonces: se trata de caída y redención.

Rourke hace los méritos suficientes para el Oscar del domingo, las chances de Sean Penn decrecen: es mucho más cruel aplaudir de pie a un tipo hecho mierda al que se vuelve a admitir en la farándula por estar lo suficientemente hecho mierda pero no lo bastante como para darle el Oscar post-mortem (que en este caso corresponderá a Heath Ledger: la otra ovación de pie del próximo domingo).

Que yo sepa el único director moderno que pudo transfigurar el imaginario americano del perdedor es Scorsese, no una sino varias veces: Taxi Driver, El rey de la comedia, El toro salvaje, El color del dinero. El mito de la redención, de la segunda oportunidad, el carácter angélico del perdedor, se tuerce en Scorese hasta adquirir ribetes que dejan mal parados a todos los que suspiran aliviados por no vivir en un trailer, no cortejar a una bailarina de caño, no tener 50 y trabajar en un supermercado y conformarse con un discreto empate.

jueves, 19 de febrero de 2009

En un país serio esto no pasaría: segunda parte de la conversación con Diana Maffía


Por Oscar A. Cuervo

- Te quiero consultar, Diana, sobre una idea a la que vengo dándole vueltas, que no pretendo que sea muy original pero que me sirve para pensar la política actual y es esta: desde que se instaló el paradigma neoliberal, allá por los años 80 y aquí en Argentina con mucha fuerza en los 90, con esta idea del triunfo del sistema liberal que traería el fin de la historia, durante algunos años pareció que la política podría quedar reducida a adminintración de la cosa pública, de acuerdo con un viejo ideal liberal donde lo público se reduce a su mínima expresión y después queda un campo libre para los intereses privados. En este esquema, crece la figura de las personas como consumidores en la medida en que decrece la posición de las personas como ciudadanos. Obviamente en Argentina este modelo se instaló muy fuerte durante los 90 y todavía en cierta medida estamos ahí, bueno, el mundo todavía está ahí, aunque ya percibimos síntomas de otra cosa. En el predominio de este modelo, si la política se reducía a administración de la cosa pública, la mayor atención era demandada por dos problemas: por un lado la cuestión de la honestidad o la corrupción de los funcionarios, y por el otro lado el problema de la inseguridad o de las amenazas a la seguridad de los propietarios. Estos temas dominan la agenda de las discusiones en la política y en el periodismo político de los 90 y todavía hoy. Así, la politica se dislovería en cuestiones o bien éticas o bien policiales (o una combinación de ambas).

- Veo fuerte el tema de la seguridad, sobre la ética pública a la gente le importa un rabanete.

- Yo creo que incluso en el periodismo más crítico de los 90 pareció que el tema de las denuncias sobre corrupción era casi la única posibilidad de cuestionamiento: ahora que sólo queda administrar la cosa pública hay que vigilar a los funcionarios y denunciar los actos de corrupción. Y después, el problema de la marginación y de los excluidos del sistema se trata como una amenaza a la seguridad. Estos temas aún hoy están al tope de las agendas periodísticas y políticas: es muy común escuchar a la gente en la calle decir que los políticos son ladrones y que el estado nos debe proteger de la inseguridad, lo que de algún modo se adecua a esta agenda neoliberal.

- O el reclamo de la justicia por mano propia, porque el estado no se ocupa, hay una violencia social importante.

- El problema es que así se deja de concebir a la política como el ámbito de disputas de diferencias, poderes en pugna, conflictos de intereses entre diversos sectores. Por ejemplo, si en una sociedad hay una enorme desigualdad en la distribución de las riquezas, se desconoce que esto sólo se puede resolver afectando algunos intereses en favor de otros; no se resuelve con la probidad del funcionario sino con la decisión de afectar intereses.

- Claro, pero se resuelve en el conflicto no para ver quién se queda con los planes sociales, porque eso sería la resolución que no modifica el sistema. Por eso veo que ciertas soluciones donde se dice “la gente está pidiendo un plan social”, la gente en realidad lo pide porque no tiene trabajo. Mirá lo que está pasando ahora en Tartagal, cuando el gobierno anuncia que les va a dar subsidios, ellos responden “queremos trabajo”. El trabajo es la posibilidad de tener autonomía y sustentar su vida, en cambio un subsidio los ata permanentemente a la beneficencia del político de turno y a la amenaza de que si viene otro le saca el subsidio, que es lo que pasa desde hace muchas décadas. Hace poco en el foro social mundial tuvo una intervención Correa, el presidente de Ecuador, cuando se discutía el socialismo del siglo XXI. Chavez decía “el socialismo del siglo XXI será feminista”, una cosa muy sorprendente. Y Correa, un poco más sereno, dijo: “será feminsita pero también será un socialismo que no sea etnocéntrico; que tenga en cuenta el adultocentrismo, es decir, el problema de la mayoría de edad a la que hay que llegar para tener la ciudadanía, un problema que pocas veces se toca; la cuestión de la ecología, que son bienes naturales que no se distribuyen de manera equitativa tampoco, el acceso al agua, a la electricidad, al gas. Correa hizo una crítica al socialismo tradicional que va en la línea de lo que vos estás mencionando, y es que el socialismo, a partir de la caída del Muro de Berlín, aceptó el modelo de desarrollo capitalista y sólo se ocupa de humanizarlo, de hacerlo más tolerable, diciendo: “no usen todo para salvar a los bancos, denle algo también a los que no tienen trabajo”. Lo cierto es que se generó una población supérflua, aquella que no es ni generadora ni consumidora de bienes y para la que no hay una respuesta política.

- Esto es así: no hay una respuesta política. El asunto es que esta falta de respuesta no es sólo un problema de los dirigentes políticos sino de los sectores sociales. Cada sociedad produce los dirigentes que expresan las prácticas que rigen a esa sociedad. A veces este problema se reduce de una manera muy sencilla: “bueno, ha tomado el gobierno una banda de ladrones”. Si ahí se acaba el discurso, esto fomenta una ilusión que para mí es peligrosa: pensar que vamos a desalojar dentros de tres años a la banda de ladrones -que no se sabe muy bien por qué está ahí-, y cuando los desalojemos el país se va a “normalizar”. Porque además el discurso que yo llamo cualunquista, dice: “tenemos que tener un país normal, esto en un país serio no pasa”. Me parece que es una manera de esquivar el bulto, porque acá hay intereses a los que hay que afectar para que no haya condiciones económicas tan desiguales, o para que las mujeres no estén sometidas, o para que los recursos naturales..., etc. Para cualquier cuestión política hay intereses a los que hay que afectar. No puede resolverse mediante una apelación a la moralidad de los dirigentes políticos. Es un engaño muy grande, porque esta ilusión va a generar muy pronto una desilusión.


- A ver: no solamente una apelación a la moral de los dirigentes políticos, porque con la moralidad sola no cambiás. Si te referís elípticamente a la Coalición Cívica...

- Sí.

- ... que tiene un arreglo de personas ideológicamente muy diversas, tiene tres principios fundamentales: uno es la ética pública, pero ese es sólo uno de los tres principios. El otro es la distribución del ingreso y la palabra: no sólo la distribución económica, sino también la del reconocimiento. Y el tercero es la defensa de las formas republicanas. Es en el marco del respeto de la división de poderes, de los pesos y contrapesos de los sistemas de control, es bajo el pedido de que se considere un cambio muy importante, porque redistribuir ingreso desde una posoción hegemónica que decide a quién le da y a quién no, eso no es ningún cambio. Yo creo que se están dando algunas movilizaciones sociales muy interesantes. Unir algunas de estas manifestaciones también es un proyecto político. Yo voy a ir en septiembre a Cuba a un seminario que es el cuarto que se hace, que se llama “Nuevos paradigmas emancipatorios”. Y la idea de ese seminario, hecho por filósofos cubanos, es convocar a movimientos sociales que está habiendo en América latina, muy diferentes entre sí, que tienen prácitcas de lucha que han ido inventando: los Sin Tierra, el movimiento de mujeres, los que luchan contra las represas, los que luchan contra los monocultivos de soja, los indígenas, las diversidades sexuales, subconjuntos que no se exluyen unos a otros, algunos pueden trabajar en más de uno. No van a discutir simplemente cómo se distribuye la renta, porque si vos no discutís los mecanismos de producción, aunque discutas la distribución, simpre vas a estar en una situación de explotación.

- Claro.

- Quizás habría que pensar, como dice Correa, un socialismo del siglo XXI que se cuestione muchos centralismos que la propia izquierda ha sostenido. Porque la izquierda marxista sostuvo muchos de estos centralismos. Es muy interesante que Cuba, un país que ha exportado revolución, que ha sido paternalista, esté considerando que, en lugar de ser de arriba hacia abajo, el movimiento tiene que ser de abajo hacia arriba. Estos movimientos que parecen pequeños van a socavar sobreentendidos del capitalismo que no habría por qué tolerar.

- Yo creo que estos problemas diversos tienen algo que los unifica, que vos mencionaste recién: los mecanismos de producción. ¿Qué tienen en común la inseguridad, la corrupción de los funcionarios, la tala de los bosques, los medios de comunicación también: hay una estructura de producción regida por la mercancía y rige todos esos procesos. Si no se los articula, si se los separa, podemos generar nuevas ilusiones rápidamente decepcionantes.

- Pero ese es nuestro trabajo: hacer que no se vean separados, mostrar que hay un sentido que los une. Los propios cuerpos se han transformado en mercancías, la trata de personas para el trabajo esclavo, la trata de personas para la prostitución, son parte de la mercantilización de los cuerpos. Y si la prostitución financia a la política y si la droga financia a la política, es muy difícil que las fuerzas de seguridad reciban la instrucción de ir en contra de este modo de recaudación donde están políticos, policías y jueces involucrados.

- ¿Y a vos no te parece que la oposición, en lugar de decir todo esto que vos decís acá, en su aparición mediática más visible está limitándose a hacer antikirchnerismo y está vendiendo la ilusión de que en lugar de ser un problema de los mecanismos de producción es simplemente un problema del matrimonio Kirchner?


- Yo creo que es un problema del matrimonio Kirchner, porque el poder de ellos está fundado en esta mercantilización, está fundado en sostener sistemas de poder a través de mecanismos espúreos de financiamiento.

- Y si es un problema del matrimonio Kirchner ¿vos pensás que cuando se termine el mandato de los Kirchner el problema desaparece?

- No, digo que mientras estén el problema subsiste y no tiene ninguna posibilidad de ser resuelto.

- ¿Vos demonizás a los Kirchner?


- No, no los demonizo, simplemente investigo: el problema del juego, el problema de la trata. Fijate: hoy Kirchner le vendió su casa a Lázaro Báez, que a su vez es un empresario amigo de Kirchner.

- Pero ¿y los empresarios que no son amigos de Kirchner? Porque si no, estamos engañando a la gente, estamos diciéndole que el problema es Kirchner y los amigos de Kirchner, y los medios de comunicación amigos de Kirchner. ¿Y los otros, empresarios, los que estaban antes y van a seguir estando después? ¿Y los medios de comunicación que estaban antes y van a seguir estando después? ¿Ahí no hay ningún problema?

- ¿Por qué considerás que el 80 % de la obra pública licitada está en manos de empresas de Santa Cruz?

- No sé.

- Son pequeñas cositas que te tenés que preguntar. ¿Cómo se distribuyen los Aportes del Tesoro Nacional: arbitrariamente, como premio y castigo, a sus socios políticos. Dónde hacés la obra pública y a quién beneficiás: en lugar de dar agua potable, se construyen rutas en la Patagonia. Estoy de acuerdo en que el lenguaje político es en general un lenguaje burdo, un intercambio facilista.

- A mí me parece que hay una reducción de la política a... cómo se dice, una telenovela...

- Un culebrón.

- Un culebrón, no me salía la palabra.

-Claro, si tenés una rubia, una morocha, tenés todo para un culebrón.

- Está el marido, está la mujer, está este, está el otro...

- No, el otro no está.

- Claro, hay muchos otros que se postulan para el lugar del otro. A mí me parece que en este sentido la oposición es muy pobre. Se mencionan a los empresarios amigos de los Kirchner por ser amigos de los Kirchner y todo conduce una y otra vez a dos personas, lo que no parece tomarse en serio que se trata de un problema estructural.Y un poco irr... no, un poco no, me parece muy irresponsable, porque instala una ilusión que va a ser a la larga nefasta para esos propios dirigentes. Si nos pasamos todo el tiempo hablando de lo perverso y lo corrupto que es el matrimonio Kirchner, y yo confío que en el sistema democrático hay mecanismos para regular y para sancionar actos de corrupción como los que vos mencionás...

- Todos controlados por el matrimonio Kirchner, y un parlamento controlado por el matrimonio Kirchner y la prensa también.

- Me parece que es una pintura tremendista y simplificadora: no es verdad, los medios de comunicación no están todos controlados por los Kirchner, el poder judicial no está controlado por los Kirchner, el parlamento no está controlado por los Kirchner. Remachamos una idea sencilla de comunicar pero incompleta y falsa. Hay poderosos sectores de la sociedad que no están controlados por el matrimonio Kirchner y muchos de ellos usufructúan de la estructura desigual y de la mercantilización. El transcurso de la vida política y las instituciones van a hacer que la sociedad tome partido si realmente estamos gobernados por una banda de ladrones.

- ¿Sabés que esa cuestión no pesa tanto en la opinión pública?

- Pesa en el discurso de la oposición y específicamente en el de la Coalición Cívica.
- Sí, pero fijate lo que pasa, la corrupción parece un delito sin víctima, vos llegás a un ministerio y te robaste la mitad de un presupuesto. ¡Qué vivo que sos! Y no hay víctima supuestamente. Si de un lado alguien se robó el dinero y del otro lado un chico que no tuvo la obra que tenía que tener se muere, hay que hacer toda la cadena que muestre que hay víctimas de la corrupción. Esa corrupción que se queda con la obra pública, se queda con la coima...

- Ok, pero ¿vos creés que yo defiendo la corrupción? Lo que digo es que si se lee el conflicto fundamental de la Argentina en esos términos, se engaña a la gente. Porque el asunto es que aún con administradores probos, los problemas estructurales del país siguen siendo los mismos.

- Por supuesto, por eso además de la ética pública, de la distribución de la riqueza y distribución de la palabra, necesitás formas republicanas de peso y contrapeso de controles. Pero yo me quedo con un complejo de culpa al pensar que yo hablé de politica de otra manera, vos me preguntate de otra manera pero ¿habrá alguien que nos esté escuchando a esta hora? Menos mal que ponés un poquito de música tropical, porque si no...

- Yo creo que sí, si nos interesa a nosotros, le puede interesar a alguien más, suponemos que hay algún semejante.

- Está bien, es un buen indicador.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Pictures of me



Pictures Of Me - Elliot Smith

empezar, parar y empezar
hacerse el piola
coquetear con el cine
decís que es sólo una joda
pero sos la única víctima de tus trampas
vas a joderte y amargarte

puertas giratorias
te metés para adentro
te mirás los pies
un fracaso total
nos vimos en Coin-op TV
helados de miedo
cada vez que aparecemos

no me sorprende para nada
y por qué debería hacerlo
no veo nada mal, no veo nada mal
tan harto y cansado de esas fotos mías
completamente mal, totalmente mal

tomatelás
ahí viene otro tipo
un carcelero que vende
infiernos personales
quién carajo quisiera verme de rodillas
todos se mueren por tener la enfermedad

hey hey hey hey

no me sorprende para nada
y por qué debería hacerlo
no veo nada mal, no veo nada mal
tan harto y cansado de esas fotos mías
completamente mal, totalmente mal

ah, todos se mueren por tener la enfermedad

martes, 17 de febrero de 2009

Néstor y Cristina, Cristina y Néstor. Una conversación con Diana Maffía

Por Oscar A. Cuervo

La entrevista a Diana Maffía era para mí un momento especial porque yo la tuve como profesora en la facultad de Filosofía y tenía un buen recuerdo de ella. Ahora ella (entre muchas otras cosas) es una dirigente de la Coalición Cívica, una agrupación que está en las antípodas de mis preferencias políticas. Las intervenciones públicas de Maffía que pude presenciar me permitieron conservar ese respeto que le tenía y la veía muy distante del tremendismo mesiánico de Elisa Carrió o el oportunismo descarado de Patricia Bullrich. En la charla radial pudimos coincidir muy amablemente en nuestra visión crítica del saber académico, que le quita al estudio de la Filosofía toda huella de la pasión que la anima, porque lo habitual es que alguien decide estudiar Filosofía movido exclusivamente por la pasión, ya que ninguna especulación económica ni laboral podría justificar semejante decisión. Pero ya no coincidimos tanto al hablar de la política nacional de este momento. Sospecho que hay un trasfondo de coincidencias que en otro contexto se podrían resaltar más, pero constato que está en la Coalición porque coincide en las líneas decisivas que expresa Carrió. A pesar de que en algunas cosas pudimos coincidir, Diana no está tan lejos de Lilita como yo creía inicialmente.

El tiempo nos faltó para discutir más porque, a medida que íbamos charlando, los temas se abrían y brindaban muchas posibilidades de abandonar algunos ejes que a mí me interesaba especialmente hablar con ella: el riesgo de reducir los conflictos específicamente políticos a planteos éticos, la insuficiencia de pensar la política como mera administración de la cosa pública, la necesidad de incluir a las empresas de comunicación como factores de poder y no sólo como medios de expresión en el cuadro político del siglo XXI y, dado que Maffía es una especialista en temas de género, también me interesaba hablar con ella de ciertas connotaciones machistas que impregnan las críticas que se le hacen a la presidenta. Mi agenda de temas sólo se pudo cumplir parcialmente, en parte porque yo tenía pensado dedicarle a la entrevista las dos horas de programa y Diana había pensado que el programa duraba sólo una hora. Y en parte porque considero que Diana comparte con Carrió una tendencia a leer los principales problemas políticos de la Argentina en referencia a la personalidad de Néstor Kirchner. El antikirchnerismo le va a servir a la Coalición para tener visibilidad mientras el kirchnerismo dure. Después tendrán que ampliar su pensamiento politico, si aspiran a no desvanecerse en el aire.

Aquí les transcribo un parte de la charla. Hubo más, se los debo para otro día.

- Entre las críticas que se le hacen a nuestra presidenta, ¿hay algunas que tienen una connotación de género?

- Totalmente, hay algunas misóginas, groseramente misóginas y se vio, esa es una de las cosas que se vieron en la polémica con el campo. Y esa es una cosa que a mí me choca muchísimo, por supuesto, porque vos no inhabilitás a alguien por cómo se viste, cómo se peina o si se hizo cirugías. Si la persona tiene responsabilidad política, hay que ver si cumple o no su responsabilidad. Y estas críticas tienen ese estilo que de ninguna manera se utilizarían con un varón y que va desgastando, va minando la seguridad de una mujer que asume el poder. Y es muy excepcional asumir el poder en esos niveles. Sí creo que con ella hay una enorme misoginia, empezando por su marido.

- A ver...

- Empezando por cómo él cree que ella no puede ser presidenta y entonces todas las decisiones importantes las tiene que tomar él. Mientras ella estaba haciendo el anuncio de los autitos y de los lavarropas y diciendo que ella también era responsable de las cosas del hogar, alguien que no se hace responsable de las cosas del hogar estaba con los ministros y los intendentes distribuyendo obra pública a cambio de fidelidad política para octubre. Entonces ¿quién tenía que hacer qué? Es demasiado exagerado que la presidenta anuncie las cuotas en que se va a comprar una heladera y es ofensivamente misógino que el marido de la presidenta se apropie de las ejecuciones que tiene que tomar ella, en la misma casa en la que convive por ser el marido y no por ser el ex-presidente. Ningún ex-presidente podría estar en Olivos si no fuera el marido de la presidenta. El ha usado Olivos como si fuera un local del PJ porque es el marido de Cristina.

- Yo no termino de acordar con lo que decís. Escucho muchas críticas en el sentido de que Cristina es un simple instrumento de Néstor Kirchner...

- Yo no dije que sea un simple instrumento.

- No, te estoy diciendo que escucho muchas críticas, que hablan del presidente en ejercicio, que tienen una connotación machista. Porque yo entiendo que hay algo atípico en la sociedad política de Néstor Kirchner y Cristina Fernandez. Creo que es la primera vez que hay un matrimonio de dirigentes políticos con una trayectoria bastante pareja.

- Hay una herida en la memoria que no se puede superar.

-¿Evita?

- No (se ríe) ¡Isabel! ¡Isabel! Hubo un matrimonio y hubo una presidenta. Ahora se va a hacer una salita rosa en la Casa Rosada, una sala donde se van a poner fotos de mujeres destacadas. ¿Se animará Cristina a omitir, a forcluir a Isabel Perón? Yo creo que tendría que estar.

- Y bueno, vamos a ver. Pero cuando nombrás a Isabel es un caso muy distinto del de Perón e Isabel y más cercano, aún con todas las diferencias que podamos señalar, más cercano a Perón con Evita. Isabel estuvo ahí en un momento trágico, desgraciado, patético y cómico a la vez de la historia argentina, donde terminó por primar lo trágico, una mujer totalmente incapaz, sin la menor trayectoria como política, y estuvo solamente por ser la mujer de Perón. Y ese no es el caso de Cristina.

- Es verdad, ella tiene una trayectoria independiente y está haciendo ahora algo que no aceptó hacer durante los cuatro años de Kirchner fue presidente. Ella nunca aceptó hacer de primera dama, y ahora hace lo que haría una primera dama, mientras Kirchner toma las decisiones o pone veto a las resoluciones que ella pueda tomar. Yo creo que eso ha desgastado mucho la experiencia que esperábamos. Ella prometió que las formas institucionales iban a funcionar de una manera adecuada, que las cosas iban a funcionar de manera no hegemónica y que las formas institucionales iban a funcionar, que la legislatura iba a tener su papel, que la justicia iba a tener su papel, que los organismos de control iban a tener su papel y esto no es así. La legislatura está disciplinada, la justicia está amenazada, porque ha modificado la composición del consejo de la Magistratura y entonces de ahí se amenaza con juicios políticos a los jueces, es una situación de amenaza. Y los organismos de control han sido debilitados, se le ha quitado funciones Fiscalía de Investigaciones administrativas, a la Oficina de Anticorrupción. Ni hablar de los medios de comunicación. Ahora hay un fallo judicial para que publiquen publicidad oficial en Perfil, porque Perfil estaba castigado por ser crítico.

- Bueno, dijiste un montón de cosas que podríamos ir considerando una por una y en algunas acordaríamos y en otras no, pero no quiero apartarme del eje de lo que yo te pregunto: como sea que valores las medidas del gobierno, Cristina es absolutamente activa en la decisión de las políticas. No está subordinándose a Kirchner, está ejerciendo el poder desde su propia convicción. Comparte un proyecto con su marido, son dos militantes de larga trayectoria, que comparten un proyecto y tendrán sus contradicciones y discutirán...

- No me parece que tengan tan larga trayectoria como militantes. En su trayectoria militante desde la militancia estudiantil hasta el poder en Santa Cruz hubo todo un intermedio en que se dedicaron a hacer guita y nada más.

- Yo no conozco a qué se dedicaron en ese lapso y tampoco quiero discutirlo ahora, no cambia lo que estoy diciendo: que ambos tienen una carrera politica pareja, desde la democracia para acá yo vengo viendo a ambos e incluso conocí a Cristina antes que a Kirchner, así que no me parece justa la referencia a Isabel, a la manera como llegó a la presidencia y cómo la está ejerciendo. Comparten el mismo proyecto político y las criticas que dicen que ella es la mujer sometida y que Kirchner tiene la tipología del marido golpeador son críticas machistas.

- Yo no dije eso.

- No, vos no lo decís, lo dice Elisa Carrió.

- Ah, bueno, pero lo que dice Elisa Carrió hay que refutárselo a ella y no a mí.

- No te lo refuto a vos, sino que menciono esas críticas que considero machistas.

- Es verdad, es verdad.

- Ella es una dirigente política en la plenitud de sus funciones y es absolutamente responsable, para bien y para mal, de lo que está haciendo.

- Yo creo que sí son socios, pero me parece que había un triunvirato o un cuarteto, según uno lo incluya o no a Zanini, entre Cristina, Néstor Kirchner y Alberto Fernández, que era como la mesa chica de las decisiones. Pero en esa mesa chica primero Alberto Fernández ya no está, y segundo Cristina nunca ejerció el poder de veto y en cambio Néstor ejerce el poder de veto. Y eso presiona sobre ella, no porque no tenga iniciativa, la tiene y propone cosas, pero él la está controlando y está vetando alguna de las cosas. Por ejemplo ella quería negociar con las asociaciones del campo y él exigió que no se fuera un paso atrás.

- Ahora, ¿cómo conocés vos la interna del poder de veto y las propuestas que hace ella y que Kirchner le impide?

- Porque lo dice ella misma.

- Yo nunca la escuché decir eso. ¿Dónde lo dijo?

- Bueno, ok, vamos a filtrar, tenés toda la razón: es lo que se difunde en los medios de comunicación.

- Ah, bueno, pero eso es otra cosa, no podemos admitir sin más que los medios son trasmisores de la realidad.

- Yo leo cuatro diarios diferentes. Por supuesto que no vas a saber cuál es la verdad ni con respecto a Cristina y a veces ni siquiera con respecto a vos mismo.

- Pero yo encuentro que el papel de la prensa es muy sesgado, me refiero a los medios más grandes. Vos estás dando como válidos los relatos que se hacen desde las columnas dominicales. Hoy leía un increíble relato de Nelson Castro, en su columna dominical de Perfil, donde todo el análisis político del viaje de Cristina a España se basaba en un análisis de las fotos en las que Cristina sonreía (con una sonrisa autista y desconectada de la realidad, según Castro), mientras la reina Sofía tenía cara de disgusto y Scioli estaba con cara de preocupado. Todo el análisis se basaba en las fotografías que Nelson seleccionó para diseccionar el significado poítico del viaje a España. Entonces, para no quedar apresado de este nivel de información, creo que hay que ampliar un poco la mira. En el siglo XXI la política no tiene forma de eludir el problema de los medios como poder y no como simples transmisores de la realidad.

- Sobre todo porque no son medios separados de otros, son multimedia muy fuertes. Al propio Nelson Castro le pasó en la radio donde tenía su programa: Electroingeniería compra la radio y a la semana el tipo se queda sin programa. Y eso ha tenido un costo político, por la repercusión que tuvo, porque al kirchnerismo se le atribuye un control de los medios, no sólo a través de la publicidad, sino de la presencia muy fuerte que tenía sobre todo Néstor en los noticieros y los actos filmados...

- Pero es inteligente también saber matizar cuando se hace un análisis político, porque cuando decís un control de los medios muy fuerte, pintás un panorama que parece desconocer que hay importantísimos medios, los más grandes, que han asumido un rol de oposición sistemática.

- Por supuesto, no vas a comparar Página 12 con La Nación.

- O con Clarín, o Perfil.

- Pero también hay que decir que es una cuestión de negocios.

- Es eso.

- Porque el secretario de medios es Pepe Albistur, que está muy metido en el conjunto de empresarios amigos de Kirchner, un grupo que se ha ido enriqueciendo a veces de manera razonable y a veces de manera obscena.

- La cuestión de los medios es una cuestión de negocios en todo sentido, porque también sabemos que La Nación y Clarín son medios con intereses económicos, que se presentan como si fueran ventanas a través de las cuales vos ves las realidad. Sabemos que La Nación y Clarín están muy vinculados al campo a través de Expoagro y entonces todo lo que esos medios expresan está teñido por esos intereses. Es un problema para pensar la política del siglo XXI darse cuenta que hay un poder ahí y que ya la política no se ciñe exclusivamente a la actuación de los dirigentes políticos.

- Es un poder que nosotros los filósofos tendríamos que disputar, y es el poder de producir sentidos.

(En una segunda parte hablamos de la reducción neoliberal de la política a la ética. Continuará...)