todos estamos igual

miércoles, 2 de abril de 2008

Oído


Anastasi:

respondo a tu planteo, que decía así: "El odio se puede procurar aplacar o se puede avivar. A vos el odio no te parece ni bien ni mal, de modo que si en un momento dado decidís avivarlo, tendrás tus motivos para hacerlo. Si es así, te pregunto cuáles son."

Mi respuesta: el odio de clase (que no es todo el odio que existe en el mundo, pero es al que ahora nos estamos refiriendo) es uno de los elementos del conflicto. Hay también intereses de cada clase, valores de cada clase, expresiones culturales de cada clase. Es decir: no se agota todo en el odio, ni creo que el odio sea una vía privilegiada para vincularse con los conflictos de clase.
Pero de lo que acá estamos hablando es de una constatación: hay odio. Yo en principio no procuro aplacarlo ni avivarlo, porque no tengo la pretensión de manejarlo, y aunque la tuviera, no creo que podría. Lo que procuro es no moralizarlo de manera apresurada, diciendo: "no odiemos, eso está mal", antes de haber comprendido qué realidad está abriéndose paso a través suyo.

Al odio, cuando aparece hay que oirlo, registrarlo. Ya reconocer las manifestaciones de odio es toda una cuestión: porque muchas veces vivimos en una atmósfera de odio difuso que el cuerpo siente en las miradas, en los tonos de voz, en las palabras dichas a medias: quizá ese odio difuso sea más destructivo que el odio declarado, porque te va minando de a poco y sin que te des cuenta, como un boxeador que te pega constantemente pequeños golpes en el hígado. El otro odio, el desbocado, es tan evidente que te puede permitir encararlo, no necesariamente con un odio simétrico, quizá con el pensamiento.

¿Nunca te pasó que de repente ves cómo el odio irrumpe (en otro hacia vos o en vos hacia otro) como un relámpago, y lo sentís como una liberación, como algo que sospechabas y por fin ves cara a cara?

Algo de esto está sucediendo en estos días: este conflicto de las retenciones se desenvolvió en un clima de odios muy intensos y en todas las direcciones. Yo volví a sorprendereme al sentirlos en el cuerpo. No me quejo: por algo debajo de La otra dice: "un blog de amor y odio". Pero si vos hacés un paseo por los blogs que no tienen la palabra "odio" en su pórtico, igual podés percibir tanto o más odio que en La otra. Y no es una cuestión de blogs solamente: en la tv, en la radio, en la calle...

Creo que el odio más nocivo es el que se ejerce soterradamente, el odio denegado. Acá en La Otra yo no pretendo avivar los odios, y tampoco aplacarlos. Pretendo lo que estamos haciendo: pensarlos, no sólo cuando alguien lo expresa desaforadamente, como cuando D'elía le dice a Fernando Peña: "Odio a la puta oligarquía, te odio, Peña, odio tu plata, odio tu casa. Odio tu historia, odio a la gente como vos, que defiende un país injusto. Odio a la puta oligarquía, los odio con toda la fuerza de mi corazón". Esa irrupción es para mí fascinante. Y me parce que es fascinante para muchos otros. Si desde hace días se pone en el centro de los debates, es por lo general para reprobarlo: "ay, qué personaje impresentable, qué patotero, cómo se le ocurre, estos no aprenden más...". Yo creo que lo que se condena no es que D'elía sienta el odio que dice, sino que lo diga de esa manera abierta. Demonizar al portador del mensaje es hacerse el boludo acerca de lo que se dice.

Pero fijate que Peña, desde su lugar de comunicador que maneja los resortes del lenguaje radial, que administra sus tiempos, empieza el reportaje diciendo: "Tenemos una nota de color -¿de qué color?, dice un asistente suyo, y él sigue-, de color negro, porque está Luis D'elía del otro lado de la línea. Hola, Luis, cómo te va, contame qué hiciste, por qué le pegaste a la gente...". Y después viene la réplica.

Lo de Peña es, indudablemente, odio. Odio ingenioso (que no es lo mismo que inteligente). También hipócrita. Al día siguiente el diario de Lanata le cede a Peña su contratapa para que le escriba una carta abierta a la presidenta. Ahí Peña se hace el boludo: señora presidenta, qué colaboradores tiene usted, mire lo que me dijo, qué hago, tengo miedo, ¿corro peligro?, ¿podré salir a la calle?, ¿me tengo que ir del país?

Peña se hace el tonto, no se hace cargo de su racismo, Lanata se hace el tonto y le da una página a Peña: a Lanata, con un diario tambaleante, le conviene establecerse en el nicho de los medios de oposición, no le importa averiguar cómo fue, no le parece necesario promover un debate, sino un culebrón del artista sensible asustado por el patotero, que le traerá más réditos comerciales que si se pone a pensar. O quizá Lanata lo hace por odio, por simple odio a los negros odiosos.

No vi tampoco que algún lector u otro columnista del diario saliera a buscar el matiz, que reparara en el detalle de la ofensa racista con la que Peña inicia la conversación: entonces los que se hacen los tontos, los que fomentan la propagación del disimulo del racismo de la clase media porteña, de la complicidad de los empresarios editoriales y de los "artistas" con marketing transgresor, todos ellos, son no uno ni dos, sino cientos o miles.

Como el asunto viene mezclado con las retenciones, con la instalación del (falso) dilema: "o estás con el campo o estás con el gobierno", como el cualunquismo imperante hace que sea de buen tono estar contra el gobierno, como D'elía es bruto y Peña es delicado...

¿Qué hacemos con esto?

OSCAR ALBERTO CUERVO

33 comentarios:

Anónimo dijo...

no me gusta peña, no vi la tan mentada entrevista, pero este sr siempre "sobra" a sus entrevistados sean hombres, mujeres, niños viejos. No me cae bien, ejerce la ironia cortante )porque corta y no impide la replica)
Silvia

Anónimo dijo...

Sin embargo - y qué paradoja- los únicos medios que yo oí hacer énfasis en la apertura de Peña son los supuestamente grasas o descerebrados: puntualmentemente me refiero a Beto Casella, quien se bancó hacerle públicamente el aguante a D Elía y rechazar el comentario ¨glam¨de Peña, que parece que debemos tomar con fino humor negro. el progre Chavo Fucks, en cambio, le pegó a D Elía acompañado por el cool Pettinato y la idiota Fernanda Iglesias.
Perdón por la autoreferencia, pero en mi blog describí una sensación parecida dedicándole un post a Isabel Sarli, que salió en Radio Mitre hablando pestes del Papa con el desparapajo y la franqueza que describís. Sin disfraces. Sin culpas (porque no la hay).
Qué loco - y qué suerte, qué maravillosa esperanza en el futuro- que sean ¨los mersas¨ aquellos que conservan el sentido común, el sentido del bien.
Probablemente sea el sentido del bien que tienen nuestros viejos y nuestros abuelos, menos glamorosos pero tantisimo más inteligentes y útiles para la patria.

Anónimo dijo...

Perdón, algo más. A la respuesta final: qué hacemos con ésto?, yo propondría no olvidar las ofensas ni a los ofensores, aunque sean bloggeros fashion o comunicadores simpáticos. No tirarle margaritas a los chanchos y frente a la mala entraña, dar un pasito al costado y buscar espacios más amables de comunicación y encuentro intelectual -moral. Los hay.

Anónimo dijo...

Oscar:
Como habrás podido observar hace varios días que te estoy dando descanso. Pero a raíz de tu respuesta a Anastasi, vuelvo al ruedo.
En realidad, mi intención fue escribir este comment para el post de la entrevista a D’Elía porque tiene que ver con el que allí escribió Anastasi y tu respuesta a él. Finalmente decidí publicarlo aquí para que no vaya a quedar perdido en páginas anteriores difíciles de rastrear. Entre paréntesis, te hago una pregunta, Oscar: ¿no se podría poner la cantidad de comentarios que se mandan, en el lugar de la cantidad de veces que aparece cada etiqueta, para saber dónde siguen los debates?
Bueno, lo que quería decir es esto.
No sólo el tipo de Efeso dijo que la guerra es el padre de todas las cosas. También el de Palestina dijo que había venido a traer fuego y división sobre la tierra. Pero tanto el uno como el otro hablaron de una guerra y una división que no tienen nada que ver ni con el peronismo ni con el antiperonismo, o mejor dicho, quizá tenga que ver con ambos porque tiene que ver con los hombres. Y aquí tengo que acordar con Anastasi. En todos los bandos hay ricos y pobres, poderosos y oprimidos, discriminadores y discriminados. Vos decís que el odio no va a desaparecer mientras haya clases, A mí me parece que el odio (igual que el amor) no va a desaparecer mientras haya hombres. Vos ahora, en este último post, reconocés que el odio de clases no es el único que hay, si bien es del que estamos tratando. Concuerdo con vos, sí en el análisis que hacés del odio, en que se trata de una constatación, en que es necesario oírlo y en que es menos destructivo que el odio soterrado. Pero creo que excede infinitamente los límites de lo político porque sus raíces están en el corazón de cada hombre y como dijo el tipo de Efeso: “Los límites del alma no lograrías encontrarlos aun cuando recorrieras todos los caminos: tan hondo tiene su logos.” (fragmento 45)
Y también dijo: “No hagamos conjeturas al azar sobre las cosas más grandes.” (fragmento 47)
D’Elía tuvo razón en sentirse discriminado por Peña (escuché la entrevista y oí quién empezó la discriminación). Pero quién sabe cuántas veces otros discriminaron a Peña, cosa que no lo disculpa, sino que más bien aumenta su culpa. Uy, olvidé que también está muy mal vista la palabra “culpa”. Se me chispoteó.
Cuando en algún lugar escribí que “no soy la gente” ni soy “una clase”, aunque forme parte de la gente y pertenezca a una clase, me refería a eso, a que no se puede explicar un ser humano con una abstracción porque tan hondo tiene su logos.
Y el rico del que habla el de Palestina también es un rico que no tiene que ver con las finanzas. Ese rico puede vivir en un palacio lo mismo que en una pocilga. Por codicia, un miserable puede matar a un hermano, igual que un grupo de opresores acaudalados a sus oprimidos. Y ahora me vino a la memoria un versículo brevísimo que el domingo pasado me citó mister Hugs, de la carta del apóstol Santiago, que dice algo así: Codiciáis, no conseguís, y matáis. Poder de síntesis, si los hay. No sé si lo dice exactamente así, pero es la idea.
Tampoco me parece cuestión de mersada o de glamour. Me parece simplemente lo que es, una cuestión de amor y de odio en la que cada uno de nosotros está involucrado de cuerpo entero y alma entera. Y a cada uno y a cada instante nos toca decidir qué hacer (Kierkegaard dixit).
Un dato curioso: el verbo “odiar”, en latín, es un verbo defectivo porque no tiene presente ni imperativo.
Saludos para Anastasi y para vos. Y perdonen si escribí medio confuso, pero dentro de poco ya es la una y estoy un poco cansada.

Anónimo dijo...

Del odio enquistado disfrazado de inocentes o psuedochistosas opiniones y ofensas gratuitas aunque estas sean virtuales (blogs), yo creo que lo más saludable es correrse, no lo hace bien a nadie el recepcionarlo.Me parece lógica la propuesta de emeygriega, buscar espacios más amables de comunicación, aunque más no sea por la propia salud mental, lo que no es poca cosa.

Oscar Cuervo dijo...

Tatiana:
respondo a tu pregunta entre paréntesis: el diseño de Blogspot tiene, hasta donde yo sé, límites infranqueables. Uno de ellos es que no es posible poner en la columna de la derecha una lista de los últimos comments que se renueve automáticamente.

La clasificación por etiquetas es útil para rastrear todos los posts referidos a un mismo tema.

En cuanto a la cantidad de comentarios que se mandan, eso ya aparece al final de cada post. Para saber si siguen debates en post anteriores, no encuentro otra manera de hacerlo más que ir hacia entradas antiguas, en la parte de abajo de cada página. Sé que esto no es muy cómodo ni estimula la participación en post anteriores que podrían seguir debatiéndose.

Creo que en Blogspot no hay forma, como sí la hay en Wordpress, que pone la participación de los comentadores bien a la vista.
A esta altura, con 94 notas ya posteadas y con casi 5900 visitas registradas en el blog, prefiero seguir en Blogspot, hasta que Blogger amplíe las posibilidades de diseño o decidamos empezar una nueva etapa en Wordpress.

Oscar Cuervo dijo...

Tatiana:

en todos los "bandos" para usar la palabrita, hay unos y otros, ok.

Pero el concepto de lucha de clases no está para postular clases puras, integradas por individuos iguales o parecidos. Lo que el marxismo aporta es un concepto muy fértil y revelador para analizar los intereses contrapuestos en el campo de la economía política. Los conflictos de clase no se asientan en la subjetividad de las personas ni se resuelven mediante apelaciones a la buena voluntad ni a deponer los odios y fomentar la concordia; se determinan por la comunidad de intereses que nos hacen aliarnos a unos y a oponernos a otros, más allá de nuestras intenciones.

¿Una persona tiene libertad para trascender esos condicionamientos de clase? Supongo que sí.

¿El significado de la existencia humana se agota en esta pertenencia a una clase? Supongo que no.

¿Se puede resolver el enfrentamiento entre clases mediante la moral, la religión, la filosofía? Creo que no.

¿Se puede prescindir de una hipótesis acerca de las lucha de clases para comprender la historia argentina desde el peronismo en adelante? No.

¿Se debe deshechar la hipotesis de la lucha de clases para entender algo de lo que pasó en Argentina en las últimas semanas? Concuerdo con José Miccio: de ninguna manera.

Los análisis de esos nuevos sacerdotes que son los periodistas quieren convencernos de que sólo se trata de la corrupción de la clase política, a la sazón el kirchnerismo (y para una mirada gorila: la incorregibilidad del peronismo), cuando en realidad se está discutiendo lo mismo que en la década del 40: qué sector de la economía hegemoniza los procesos políticos y no si los gobernantes son más probos o más eficientes.

Ese reduccionismo de la política a la probidad o la eficiencia de "los políticos" es un retroceso al liberalismo premarxista que naturaliza las diferencias de clase. Estas diferencias no son naturales, ellas son las fuerzas que mueven (aún) la historia.

El odio de clases es un fenómeno concomitante. La pequeño burguesía (a la que es posible que pertenezcamos todos los que aquí debatimos) es una clase áltamente sensible a las cuestiones odiosas, dada nuestra tendencia a no saber lo que nos conviene.

¿Seguiría habiendo odio en nuestros corazones si no existieran las contradicciones de clase? Quizá sí, aunque creo que todo enunciado acerca del "corazón del hombre" tiende a caer en una metafísica, en el peor sentido de la palabra.

besos!!!

Anónimo dijo...

Me gustaría saber a quién se refiere Abraxas con lo del odio disfrazado y las ofensas gratuitas. Porque si se limita a este blog es muy fácil deducirlo.
Ahora, en cuanto al "corazón del hombre", no empecé yo citando al tipo de Efeso y al de Palestina. Aunque pensándolo bien, es posible, Oscar, que tengas razón, y que el "corazón del hombre" es algo tan metafísico que los políticos, los empresarios, los terratenientes, los oligarcas y los cualunquistas hayan decidido desprenderse de él.

Anónimo dijo...

Errata: donde dice "es algo tan metafísico" debe decir "sea algo tan..."

Anónimo dijo...

No entiendo lo que plantea Oscar ni puedo entender la reaccion de Delia: Por que consideran que el que le digan "negro" es discriminatorio?? Solo los racistas lo pueden considerar de ese modo. A mi me parece que el racista es Delia que se sintio ofendido por eso!!
Y es obvio que el ex menemista/cavallista Delia sobreactua su supuesto "odio" para defender a este gobierno impresentable desde "el pueblo" (victima de los "blancos")

Estrella dijo...

Cuando me contaron el diálogo de Peña con D'elia, me pareció relamente violento. Claro que en esa primera versión, no me dijeron cómo había empezado el diálogo. "Vamos a una nota de color... negro": es igual o más violento que lo que dijo el hombrón. Peña tiene espaldas para bancarse eso y más. Es lo que ha sembrado (ya que estamos con siembras y cosechas).
Respecto al tema de los odios, estoy de acuerdo con vos, Oscar, en que ese odio silencioso se siente, más allá de las palabras. Pero me parece que al explicitarlo de esa manera (¿¡¡sorete?!!) lo único que se logra es redoblar la apuesta por el odio. Puro exhabruptos que no sirven para nada.
Ni uno ni otro se reconocieron como personas. Fueron bestias.

Anónimo dijo...

Oscar:

vos podés poner al odio fuera de la órbita de lo moral, pero te pediría que en la argumentación te abstengas de ridiculizar lo que digo. Empezaste con la "moralización de los sentimientos" (hasta ahí todo bien, ya que la expresión por punzante no deja de ser precisa), seguiste con la "pedagogía del bien y del mal" (lo de la pedagogía ya suena a gastada), y rematás con un "no seas malo, no odies" (o algo así, no sé dónde está cada cosa en la discusión y no encuentro dónde lo escribiste), con lo que ya llegás a la caricatura.

Al preguntarme por las bondades del odio yo naturalmente no estoy sugiriendo que seas malo o inmoral por odiar a alguien. Lo que yo me estoy preguntando, en este contexto, es adónde te lleva darle rienda suelta. Porque vos podrás no controlar tu odio, pero podés controlar tu lenguaje. Y si bien es muy atendible lo que decís con respecto al odio soterrado, hay que ver en qué circunstancias es deseable que se produzca la apertura o el desfogue. Cuando los ánimos están caldeados, cuando el odio se está desatando, yo creo que la mejor opción es tratar frenar el carro en lugar de seguir arreando.

Con respecto al combate Peña-D'Elía. Escuché la entrevista, si se la puede llamar así, y leí la carta a la presidenta. Lo primero que me llamó la atención, porque es lo primero que se dice, es lo de color... negro. Es lamentable que en tantos medios se haya omitido esa provocación racista (decir que no es racista es una estupidez: si no es racista qué es). Peña, por otra parte, no me cae bien, no me caen bien los cancheritos. En cuanto a la respuesta de D'Elía: a mí también me parece fascinante. Vos ya sabés que me fascina todo lo gangsteril, y la forma en que este hombre se despacha es realmente sorprendente. Porque irrumpe en un mundo con códigos de otro mundo, como si no se diera cuenta de que en la radio esas cosas no se dicen. Y no sólo en un medio de comunicación: semejante arrebato de odio no es común que se produzca ni a puertas cerradas.

Con este tema de la violencia verbal ya tuvimos alguna vez una discusión. En el foro se había dado que un participante saltó con una catarata de puteadas después de haber recibido alguna gastada. Yo te dije que para mí no era menos grave el gaste que el insulto. Pero vos respondiste que tenías que marcar un límite, y el límite estaba ahí. Acá mismo tenés tus normas: no se permite la violencia verbal ni las manifestaciones racistas. En el programa de Peña hay de las dos cosas. Ese minuto y medio es una joya de la comunicación, una bomba, precisamente por su rareza. Yo me lamentaría si el panorama se sigue violentando y deja de serlo.

Saludos

Anastasi

Anónimo dijo...

Ah, saludos a Tatiana también, que tuvo la gentileza de saludarme, y a todos los demás.

Oscar Cuervo dijo...

Anastasi:
no es que ponga el odio fuera de la órbita de la moral. Cualquier cosa puede caer en la órbita de la moral. Yo digo que no me parece interesante pronunciarse sobre lo bien o mal que esté odiar. Es algo parecido a lo que se planteó en el debate sobre Amy y las adicciones. En seguida apareció la necesidad de decir si estaba bien drogarse o si había que legalizar la droga. Ahí yo dije que me parecía que se podía pensar lo que Amy planteaba sin necesidad de pronunciarse sobre lo ético o jurídico. Lo que me resulta claro es que el hecho de pronunciarnos a favor o en contra sobre las conductas humanas como el odio o el consumo de drogas no es demasiado relevante. A mí me parece más fructífero pensar el odio de D'elía o la desesperación que expresa Amy antes de decir si está bien.

Después, acerca de lo que suena a gastada, para mí no: decir "las bondades de propiciar el odio" es como decir si uno está de acuerdo eso o si le parece bien. Le podemos buscar muchas vueltas, pero la posición ética-jurídica siempre quiere recomendar o desrecomendar conductas: no te drogues, drogate, hacé lo que quieras, tratá de no odiar... Creo que la mayoría de las intervenciones de este post se refieren a que es mejor no odiar.
Y yo insisto, no quiero caer en un juicio así.

En cuanto a la respuesta de D'elía, a mí no me fascina por considerarlo gangsteril. Lejos de ello, creo que si a mí el Peña este me hubiera presentado como a D'elía, yo seguro que hubiera pensado algo muy parecido a lo que Délía dijo, pero no creo que me hubiera atrevido a responderle así. De modo que para mí, gangsterismo cero.

En cuanto a las normas del blog, creo que es conveniente no llegar al insulto, para que la cosa se mantenga dentro de ciertos cauces. Pero si aquí hubieran estado Peña y Delía diciendose lo que se dijeron, no podríamos obviar quien dijo el primer agravio y sólo descargar nuestra reprobación sobre el que respondió.

Oscar Cuervo dijo...

Estrella:
los insultos son una confesión de impotencia, pero centrar todo el debate en los exabruptos de D'elía, cuando han sido motivados por una ofensa que para los medios pasa desapercibida, habla de una mala conciencia no solo de los dos intervinientes, sino de toda la sociedad.

por eso, a mí más que decir si está bien o mal odiar o insultar, me interesa plantear por qué la mayoría se prende en condenar a uno de ellos y se hacen los tontos con el otro. ¿No es esta diferencia de actitudes un síntoma claro de clasismo?

Anónimo dijo...

Insisto en que Rozin es un cronista excepcional, cada vez me cae mejor. No contento con sacudirlo a Neustadt anteanoche, ayer lo volvió a acostar a Biolcati. Cuando el distinguido vice de la Rural -el que dijo que bastaba ver la diferencia de color de la piel del piquete campero (!!!!!!!!)- hacía hincapié en que la convocatoria agropecuaria no requirió de colectivos, vino y choripanes, Rozin le dijo:-¨ no, obvio, ustedes a esa gente no la quieren en sus marchas.¨

Cuando Biolcatti refirió al alineamiento de los gobernadores con el gobierno central y su preocupación por la república, Rozín le dijo: ¨y desde cuándo a la Rural le interesa la institucionalidad?¨. Bien Rozin. Le tenía prejuicio pero es un pibe sensible y muy inteligente. Y oh, ABC del periodismo, no usa memos ni papeletas, mira a los ojos y repregunta!!!! Rara avis televisiva.

Anónimo dijo...

Oscar:

siguiendo exactamente la misma lógica que vos aplicás con respecto a lo que dije del odio, de tu norma que prohíbe los insultos yo llego a la moralización del lenguaje, de ahí a la pedagogía del buen uso del idioma, a que es una posición ético-jurídica que recomienda o desrecomienda conductas, y a caricaturizarte con la frase: "no digas puta que está mal". Pero esa lógica no me convence así que mejor voy por otro lado.

En cuanto D'Elía, yo no puedo obviar quién dijo el primer agravio. Vos estás empeñado en hablarle a un interlocutor que sólo ve los agravios de D'Elía y se hace el boludo con los de Peña, y respondés remarcando el de Peña y haciéndote el boludo con los de D'Elía. Es más grave el primero porque fue quien provocó el exabrupto del otro. Yo estoy de acuerdo, y así lo hice ver cuando discutí con personas indignadas con D'Elía. Pero ¿y el de D'Elía...? Ese lo entendés porque fue una reacción, hasta ahí estamos de acuerdo. Y también porque vos hubieras pensado algo muy parecido. Y agregás: "pero no creo que me hubiera atrevido a responderle algo así". ¡Te agarré! Vos también procurás controlar los exabruptos provocados por el odio. Como hace todo el mundo, por otra parte, en mayor o menor medida. Los odios soterrados son nocivos, los odios desaforados hacen imposible la convivencia. Entre esos polos nos movemos, cada uno como puede o como quiere.

Anastasi

Oscar Cuervo dijo...

Anastasi:

en el blog hay normas mínimas para que este ámbito no se autodestruya, señalan reglas de juego, aunque afortunadamente no hace falta estar recordándolas todo el tiempo. ¿Vos conocés algún ámbito donde no se fijen límites? ¿En algún lado yo me jacté de que hay que permitir todo?

La dimensiones ética y jurídica son imprescindibles: por ejemplo, no se puede matar a otros seres humanos, tampoco el estado tiene derecho a hacerlo.

Así que a mí no se me pasa por la cabeza dejar de lado la ética ni el derecho. Lo que yo objeto es una tendencia bastante común en la actualidad a reducir los problemas políticos o los filosóficos a cuestiones morales, en donde el centro de la cuestión pasa por que digmaos qué es lo que está bien y qué está mal.

Lo que yo repetí muchas veces, por lo visto sin éxito, es que encuentro un significado político en la omisiones con que se ha tratado el exabrupto de D'elía, haciendo pasar todo por su carácter de matón (que se supone demostrado sin apelaciones). Señalo que no escucho hablar lo suficiente de la ocurrencia de un racismo y clasismo en sectores a los que nadie está interpelando en los medios y en muchas discusiones. No me parece interesante (¡lo tengo que repetir una vez más!) que discutamos si es bueno o malo insultar o drogarse (Amy), que no me parece que la materia del debate sean los individuos D'elía y Peña, sino fenómenos más amplios en los que estamos todos implicados.

Anónimo dijo...

¡Está muy bueno este intercambio!
Saludos a todos

Anónimo dijo...

cierto, esta buenismo que se discuta estas cuestiones con tanta altura.
Particularmente, como dije en otro post, no creo que ni este gobierno , ni Delia, ni las caceroludas, provoquen un odio que ya coexistía entre las clases.
Si creo que hay situaciones historicas, gobiernos y pueblos que en cierto momento blanquean sus odios y creo que esto , si es pensado , es muy revelador y da pie al crecimiento.
La tapada que se hizo en los 90, solo sirve para que aparezca con mas violencia, ese odio.

Abrazo y bravo al blog!
y yo que entre peleando

Anónimo dijo...

Esta discusión está enrulada, no sé si se podrá encauzar o si por el contrario debemos resignarnos a que siga su curso en este estado. Si te fijás bien, vas a ver que yo no reduje lo político a lo moral cuando traje a la discusión el tema del odio. Ni siquiera estaba hablando de D'Elía, ese episodio lo mencionaste vos en tu respuesta. Ante un conflicto uno puede actuar de muchas maneras distintas: enfrentándose al adversario desde una posición intransigente, tratando de encontrar una vía de negociación, plantándose hasta ver adónde se llega, pegándole una piña, gastándolo, puteándolo de arriba abajo. Esto le corresponde a las partes directamente implicadas y a todos aquellos a los que le concierne y por lo tanto se posicionan y discuten. El ámbito en el que yo me pregunté sobre las bondades del odio es el del debate. Porque el debate ayuda a posicionarse, es parte de la contienda. Y mi pregunta, como ya te dije en la respuesta anterior, remitía a la conveniencia de avivar el fuego cuando ya está bastante avivado. En un conflicto que se está caldeando, las expresiones de odio desatado no hacen más que avivarlo. No se trata de si el odio está mal o bien, si es una pasión recomendable o no recomendable, moral o inmoral, se trata de ver adónde te lleva su liberación en este caso particular, a qué lugar te lleva. Ese lugar es un escenario político posible.

Otro tema que a mí me parece productivo traer a la discusión es no sólo qué se dice o desde dónde, sino a quién se le habla. Yo encuentro mucho ruido en esta cuestión. Quintín escribe una "carta a los fachoprogresistas" y les dice cosas como "lamento decirles que han perdido el rumbo" y sandeces por el estilo. Sandeces si se trata de una carta a esos supuestos destinatarios, porque, salvo a un amigo, a nadie va uno y le dice que lamenta comunicarle que ha perdido el rumbo después de tratarlo de fascista. El caso es que no les habla a "los otros", les habla a "los suyos", y ahí la cosa se entiende mejor. Algo muy parecido pasa con los discursos de la presidenta. Cuando le habla a los del campo, no da la impresión de que se esté dirigiendo realmente a ellos, parece que estuviera pensando más en sus bases o en los titulares de los diarios (hay un post de Tomás Abraham muy simpático que tiene algo que ver con esto). En tu caso, creo que le hablás a los que pertenecen a tu misma clase pero están en la vereda opuesta a la tuya. Elegiste un interlocutor tipo, y contra él arremetés, sin darte cuenta de que en muchos casos no se corresponde con la persona con la que estás discutiendo.

Anastasi

Anónimo dijo...

Carta abierta a Fernando Peña


Estimado Fernando: De una vez por todas vamos a tener que darle la razón a quienes dicen que cuando los artistas se meten en política pierden esa llama, esa luz, ese brillo que los diferencia del común de los mortales.

Porque la carta abierta que le enviaste a la Presidenta de la Nación no se comparece con el talento y la repentización del Fernando Peña que cotidianamente nos asombra en El Parquímetro con Palito, Roberto Flores y toda la banda.

Quiero creer que el reloj te jugó en contra y que la urgencia para enviar la columna al diario, mas cierto desabastecimiento de ideas momentáneo, se aliaron para hacerte componer una de las actuaciones mas pobres de tu carrera.

Por empezar, en el texto hay mentiras y omisiones, cosa rarísima en vos, que siempre vas al frente contra viento y marea y tenés un envidiable coraje para sostener con el cuero lo que decís con el pico.

Por ejemplo, omitís contarle a la señora Cristina que empezaste la nota diciendo “Tenemos una nota de color negro” y ¿sabes? No es un dato menor puesto que seguramente de no haber escuchado esa frase D’Elía te hubiera atendido y habrías hecho un reportaje excelente y desde un lugar distinto, no me cabe duda.

Y fijate lo selectiva que es tu memoria: Olvidás escribir cómo copeteaste la nota pero sí te acordás que él te espetó: “Qué hacés, sorete”. A partir de esta omisión descerrajas un texto propio de una persona asustadiza y atemorizada y lo que hacés es sencillamente falsear los hechos con una deshonestidad flagrante.

Me hacés acordar a mi hijo de 9 años cuando me explica que siempre que lo mandan a la Dirección es por culpa de sus compañeros y olvida confesar que él también pateó, pegó, tiró cosas y protagonizó demás actos ilícitos propios de alumnos de cuarto grado. Pero Juan tiene solo 9 años...

Y me llama poderosamente la atención que finjas algún temor justo vos, que si a algo no le temés, y lo has dicho hasta el cansancio, es a la muerte. Pero además, me asombra que te muestres así como aturdido por la fiereza del piquetero de Laferrere cuando diariamente descargás durante tres horas vastas dosis de violencia verbal muchísimo más grandes que la que genera este entredicho.

Yo te he escuchado maltratar y de maneras terribles a oyentes y entrevistados, entonces no podés venir ahora a posar de asustado. No se lo cree nadie.

Después escribís textualmente:

“Yo soy actor, no político ni periodista, y a veces, aunque no parezca, soy bastante ingenuo y estoy bastante desinformado”

¿Porqué seguís mintiendo? Un tipo que hace tres horas de radio todos los días está hiper informado y no sólo eso: Para darle vida a tus personajes tienes, además de mucha información, una capacidad de percepción de la realidad asombrosa, porque antes cualquier noticia que aparezca en el programa, Palito, la Mega, Roberto y los demás personajes reaccionan con llamativa precisión en cuando a sus perfiles sociales. Entonces, no podés mentir así, tan impunemente.

También escribís:

“Me aterra el subdesarrollo intelectual, el manejo sucio, la falta de democracia”

Coincido con lo del subdesarrollo intelectual pero respecto al manejo sucio y la falta de democracia me permito afirmar que tu carta por las omisiones y mentiras que contiene es una perfecta muestra de “manejo sucio” y lo de”falta de democracia” no puedo tomarlo seriamente...

Vos sabés que D’Elía no te va a matar ni mucho menos, no finjas un falso temor que solo puede ser creíble para incautos.

Lo que blanquearía la situación sería que asumas públicamente y lo dejes firmado, que sos un ferviente opositor a este gobierno y que actuás en consecuencia. De lo contrario fingís temores que en rigor no sentís y asumís una actitud falsamente timorata cuando sos precisamente todo lo contrario.

Desde la admiración que siento por tu coraje y tu talento es que tipeo estas líneas, sabiendo que una vez superada esta coyuntura, en tu fuero íntimo dirás que esta actuación ha sido, sin dudas, la peor de todas.

Gerardo Fernández
Capital Federal
República Argentina

Anónimo dijo...

Tatiana:
Me refería concretamente a Fernando Peña, es más creo haber escrito "disfrazado de pseudochistosas opiniones", algo que utiliza seguido, el supuesto humor disfrazando la agresión. Lo ha hecho con varios de sus oyentes radiales, como que está en un escalón más arriba de con quién habla, no es la primera vez que humilla a alguien al aire. Si bien reconozco que algunos de sus personajes me han hecho reír mucho, en otras ocasiones me ha provovado indignación esa cuota de soberbia y sobreactuación en alguna oportunidad.
Con respecto a las ofensas gratuitas virtuales, fue en respuesta a lo que planteaba Oscar, que por estos días se había notado demasiado odio hasta en los blogs. Espero que esto aclare lo que quise decir, para que no quede espacio a ninguna deducción, trataré de ser más clara la próxima vez, mis disculpas si resulto confuso mi anterior comentario.
Saludos

Oscar Cuervo dijo...

Anastasi:

me perdí, con tu último mensaje confieso que me perdí. En el post yo planteaba el tema de mi percepción de un notable aumento del odio de clases (ejemplificado con la gastada racista de Peña a D'elía y la respuesta destemplada de D'elía, pero por sobre todo con la lectura aviesa que hizo la prensa para caracterizar a D'elía como un gangster, un matón y un nuevo avatar de la triple A, caracterización que lleva a que se haya instalado la absurda idea de que el dirigente piquetero es una amenaza para la vida misma de Los Rubios).

Quizá yo introduje el tema del odio de clases, quizá fue sugerido por nuestro entrañable acápite, "un blog de amor y de odio". Si lo hice fue para articular una idea que yo tengo para otras ocasiones (no someter el odio a una pedagogía edificante, no objetarlo por motivos morales, dado que creo que el odio siempre es la expresión de un modo de ser en el mundo y no una pasión educable) con algo que había propuesto Jose´ Miccio en el para mí mejor artículo que leí en estas semanas de la crisis del campo ("Paro del campo", en este mismo blog): la lucha de clases está vivita y coleando y no sólo genera paros, desabastecimiento, rebelión fiscal y alineamientos políticos varios: también segrega odios, que se pueden procesar malamente en términos culturales como la repentina transformación de Fernando Peña en el Enrique Pinti del siglo XXI.

Lo que acá hemos hecho fue discutir acerca de la pertinencia de analizar ese odio en términos políticos. Lilián dice que tiene miedo por los odios que se están expresando. Yo creo que los odios de clase existen desde mucho antes que el gobierno subiera las retenciones, creo que nunca han dejado de existir en todos estos años de posmodernización de la experiencia, sólo creo que se los ha maquillado con varias capas de cinismo. Así que el odio no me da miedo (otro día analizamos el miedo y la tristeza como emociones concomitantes con la crisis de "el Campo").

Esto es lo que yo siento que hemos estado discutiendo, pero de pronto me encuentro con que vos te referís algo confusamente a

"la conveniencia de avivar el fuego cuando ya está bastante avivado. En un conflicto que se está caldeando, las expresiones de odio desatado no hacen más que avivarlo".

Leí varias veces el pasaje para asegurarme qué estabas diciendo y a lo más cerca que llegué es a entender que vos creés que en este debate yo "avivo el fuego" mediante "expresiones de odio desatado". Epa!

Vuelvo a leer mis textos, los del Mocase, de Miccio, Montenegro, la entrevista a D'elía... y te juro que no encuentro las expresiones de "odio desatado" que "harían caldear el conflicto".
Me cuesta convencerme de que vos estés diciendo esto, cuando el debate se viene desarrollando sin la menor expresión de "odio desatado", sin ningún insulto y con un notable esfuerzo por articular ideas que no son precisamente las que predominan en los medios en este momento.

¿Tuviste oportunidad de ver los canales de noticia argentinos durante el conflicto? Ahí se está avivando el odio. Si a vos te parece que en este blog, o más precisamente yo, estoy avivando un odio desatado, me siento bastante frustrado porque todo lo que escribí para explicar mis ideas fue totalmente inútil.
Quizá si yo hubiese repudiado con energía las manifestaciones de odio, si hubiera odiado el odio en vez de tratar de comprenderlo, quizá así hubiese quedado como un moderador moderado. Pero parece que lo que logré es ser odioso.

O quizá entendí mal y vos no estás diciendo que en este blog yo estoy avivando odios desatados.

Anónimo dijo...

Yo no creo que desde este blog se este "avivando" el odio, o echando nafta al fuego.

Creo sí que cuesta salir de algunas posiciones, una y otra vez se vuelve a lo mismo, quién estuvo en su derecho al largar los comentarios que no llevan a ningún debate serio, como el racista "nota de color" o el "sorete" visceral.

Y sí tengo miedo, justamente por lo que dice Oscar, este odio no es nuevo, no, que va! este odio insiste una y otra vez sobre nosotros. La tristeza viene de que no sepamos, no podamos hacer algo con esto, de una buena vez. Algo que por supuesto no tiene que ver con taparlo ni ocultarlo.

El miedo, que dará pie a otra entrada (junto a la tristeza)no debe ser entendido como paralizante, por el contrario, creo que sentir un poco de miedo nos saca del lugar de la omnipotencia y nos remite a actuar, a hacer algo para cambiar las cosas, tratar de.



Lilián

Anónimo dijo...

Abraxas:
Ahora quedó aclarado.
En realidad, de Peña no sé nada. Jamás escuché ninguno de sus programas. Sólo lo vi por televisión en algunas entrevistas y personalmente entre el público que fue a un recital de Horacio Molina en el Torquato Tasso. Cuando Molina lo invitó a subir al escenario, Peña estuvo muy simpático y gracioso. Es lo único que conozco de él.
En cuanto a este episodio tan comentado, no cabe duda de que estoy del lado de.....¡¡D'Elía!!!! Quién diría!!! Casi siempre compruebo que la mayoría de la gente de todo nivel, raza, ideología o religión, en el fondo y en la forma, es sumamente racista aquí y supongo que en todas partes. A veces trata de disimularlo, pero en general no lo logra. A mí siempre me pareció que es una manera más de querer mostrar una superioridad que no se tiene. Es decir, una manera más de la impostura. ¿Quién sino un tonto o un desatento o un infeliz puede querer vanagloriarse de algo de lo que no es responsable? Desde el punto de vista filosófico es un sinsentido, que no merece el menor análisis, y desde el punto de vista religioso (lo digo sin ánimo de escandalizar a los agnósticos y a los ateos, SINO A LOS QUE SE LLAMAN CREYENTES), es sin ninguna duda otra blasfemia. Porque ¿qué es sino injuriar al Creador en sus criaturas, hechas TODAS a su imagen y semejanza? Espero que no sea necesario aclarar que tampoco me refiero a todos los creyentes.
Tenía razón Einstein cuando dijo que era más fácil desintegrar el átomo que desintegrar un solo prejuicio.
Laura Klein sabrá mejor que yo que, en hebreo (lengua que lamento tanto desconocer), "dabar" significa la "palabra" que sale cargada de energía, fuerza, intensidad concentradas y nace de la profundidad y riqueza del interior de la persona, no simplemente de la boca.
Se me hace que tanto las palabras de Peña como después la respuesta de D'Elía, salieron de un interior de energías dispersas, desconcentradas, sin hondura, emitidas sólo con el aire de la boca.
Y eso a mí, como a Lilián, más que odio me da tristeza, la tristeza de ver pasar tanto tiempo perdido en palabras tan vanas.

Anónimo dijo...

Clarí espectáculos de hoy, Gustavo Garzón:
http://www.clarin.com/diario/2008/04/05/espectaculos/c-01302.htm

"Este gobierno es un lujo"
La nota se hace el martes del acto de Cristina Kirchner en Plaza de Mayo. El teléfono de Gustavo Garzón suena dos veces durante la charla. "Perdón, muy bien, muy bien, me alegro, te llamo en un rato. ¡Vamos, vivila, eh! Perdón. Era mi mujer, Romina. Es la primera vez que va a una manifestación en la Plaza de Mayo. Yo le pedí que fuera, que hiciera la experiencia".

De no tener ensayo, estarías ahí.

Sí, sí. Yo creo que tenemos un gobierno de lujo hecho de gente normal. Pero en este país, la gente normal es un lujo. La verdad es que estoy muy desconcertado con todo lo que pasa. Hay un sector del país que no admite que se debe compartir y que es egoísta porque siempre lo fue. Este es un gobierno que habla de hacer una justa distribución de la riqueza, que es algo con lo que todos se llenan la boca, pero nadie hace nada. Hasta el propio progresismo se pone en contra. Por eso estoy desconcertado.

¿Qué opinás de las cacerolas?

Hay gente a la que le molesta D'Elía porque es negro. Es una cuestión netamente ideológica y cultural. Le molesta el obrero, el olor ése de los piqueteros, los modales, se fijan si Kirchner tiene los zapatos sucios o no. Es muy extraña esta sociedad. Y la gente está muy in fluenciada por los medios, que de alguna manera están jugando indiscriminadamente en favor de la oligarquía y derechizando a la opinión pública. Lo que no entiendo es por qué no soportamos que nos vaya bien

Anónimo dijo...

Tatiana: Lástima que no puedo pasarte por acá alguno de los mp3 que tengo grabados del Parquímetro, el programa radial de Peña, porque algunos de sus personajes son realmente muy graciosos, estoy segura que te divertirían. Nada que ver con lo que muestra por televisión. Pero en el caso puntual de la conversación con D´Elía, coincido con lo que comentó Gerardo Fernández,fue la peor de sus actuaciones. En este caso, el "chiste" fue desafortunado, como le suele ocurrir cada vez que se mete en el terreno politíco. Si solo se limitara a lo actoral no le falta talento. Es por cierto un personaje que genera sensaciones ambivalentes, habría mucha tela para cortar... Me alegra que haya quedado aclarado mi primer comentario, finalmente vos y yo pensamos igual de dicho incidente.

Anónimo dijo...

harinadeotrocostal, y sí...Garzón dice:¨" Lo que no entiendo es por qué no soportamos que nos vaya bien", en otras palabras un filósofo vérnaculo dice: " Los argentinos somos albañiles de la demolición" y Borges decía: " En el argentino la queja es un hábito miserable". Un sociólogo amigo le encontró la respuesta al rompecabezas, sería lungo de explicar. Pero resumido: Si todo está mal "afuera" me exonera en lo personal de mis desaciertos, si todo está bien, me tengo que hacer cargo de la parte que me toca. Por consiguiente es altamente "liberador", el que el afuera sea adverso.

Cuervo: No te sientas frustrado, lo que escribiste no es inútil, yo no veo odios incentivados en este blog, todo lo contrario, intercambios respetuosos. Por cierto mucho más civilizados y respetuosos de los que he leído en otros lares, que se presentan como simpáticos,donde se tiran temas, y la gente oscila entre la obsecuencia con el "dueño/a de casa" o se descalifica agresivamente en función del tema expuesto y el supuesto moderador permanece en silencio, como quién observa a ratas de laboratorio después de un efecto provocado, lo cual es patético. Por lo menos vos tomás posiciones y respondés, no te ubicás en el lugar de mero observador y eso es méritorio, bienvenida la obviedad y la visceralidad, acertada o no. Porque de la obviedad uno sabe defenderse con respecto a que postura tomar, mientras que el silencio siempre nos deja incógnitas.

Anónimo dijo...

Oscar: yo no dije que vos estés avivando odios desatados. Observé que reaparecieron expresiones hasta hace no mucho desactivadas (la repolitización del lenguaje), lo que era un signo de que los odios se estaban desatando, y me pregunté si eso puede llevar a buen puerto. Vos respondiste que el odio no es controlable. Yo dije que el odio no pero sí el lenguaje. Vos entendiste que estaba haciendo una lectura moral de la política. Yo dije que estaba preguntándome por un escenario político posible. Etcétera. En algún lugar la discusión se enredó.

La frase "la conveniencia de avivar el fuego cuando ya está bastante avivado" no era una acusación sino una consecuencia natural del tema que veníamos discutiendo: dado que entendiste primero que yo estaba moralizando los sentimientos y después que estaba haciendo un recorte moral de la política, con esta frase pretendía dar a entender que mi intervención no era moralista: venía a decir que cuando las manifestaciones de odio crecen sin control hay consecuencias políticas, y por lo tanto justificaba esa pregunta cuya pertinencia vos cuestionaste.

No sé si se habrá desenredado algo o si habré sumado confusión.

Saludos

Anastasi

Anónimo dijo...

Una aclaración, a ver si logro oscurecerlo un poco más. Vos de algún modo defendiste lo que yo di en llamar las bondades del odio al señalar que a veces la irrupción del odio revela una verdad, y que la verdad nunca es triste, también al decir que el odio que ves surgir en vos no pretendés ni podrías controlarlo, y que preferís el odio expuesto al odio escondido. Claro que también dijiste que te estás controlando, que evitás las expresiones insultantes (lo cual está demostrado en el blog, que no propicia las puteadas). En parte la confusión de debió a ese vaivén.
Anastasi

Oscar Cuervo dijo...

Anastasi:
en resumen: que hay algo de odio que está operando en este debate, y que a pesar de ello no se desmadra: de acuerdo.

Quizá la única diferencia (no lo sé) es que para mí ese odio es parte del conflicto/debate, y tiene su función. Como no somos máquinas pensantes que asumimos posiciones políticas en base a un simple cálculo racional, odio y amor nos orientan en el mundo, algo que sentimos en el cuerpo y nos dice: ponete acá, ojo con esto, no te juntes nunca con aquellos...

Estrella dijo...

Quizás ya lo leíste, por las dudas, va el link:

http://www.lanacion.com.ar/archivo/nota.asp?nota_id=1001407&origen=acumulado&acumulado_id=